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[Asleep]

Los pitidos del electrocardiógrafo repiqueteaban en su cabeza, sin descansar un sólo instante, creando una brecha invisible en su cráneo. Deseaba tumbar aquellas cuatro paredes blancas, pero no del blanco que él ansiaba ver. ¿Por qué no había surtido efecto? ¿Por qué era tan estúpido como para haber fallado en la única tarea que su mente le había impuesto? Porque era idiota. Aunque...¿qué iba a esperarse siendo él?

Hastiado estaba de soportar la charla de sus padres, sus lágrimas, las caricias en su mano como si pudieran devolverle el color. ¿Creerían que estaría feliz por haber sobrevivido cuando él deseaba todo lo contrario? No, claro que no.

Habían buscado un hueco libre en un hospital psiquiátrico cercano y, en cuanto se recuperase por completo, lo trasladarían allí para que se rehabilitase. Pero él sabía que nada en su cerebro  iba a cambiar. Charlas motivacionales, coloquios compartiendo sus experiencias y cuatro pastillas no iban a lograr que su objetivo final cambiara de rumbo. Yoongi quería morir, e iba a morir. 

—Ha venido un amigo a verte, hijo— le avisó su madre con ojeras de no haber dormido la noche pasada—. Os dejamos solos, ¿vale?— palmeó el edredón antes de irse de la sala.

—¿Qué quieres?— preguntó brusco al ver el rostro del muchacho—. Si no vas a responder puedes marcharte por donde has venido.

—Lo siento— se disculpó sentándose junto a la camilla—. No...no fui consciente de que podía pasar esto. Aunque te dejase, no quería que ocurriese esto; aunque dije esas palabras, yo no las sentía— su voz crujió rompiendo él a llorar.

—Deberías haberlo pensado antes, Tae. Pero ya han pasado años, tu mera existencia me es indiferente— lo miró sin el más mínimo rastro de rabia por sus acciones pasadas—. No tienes que disculparte porque tú no has provocado esto. Simplemente pusiste una semilla en mi interior, y si no riegas una semilla jamás germina. El problema es que yo, personalmente, la regué, la protegí e hice que creciera esa hiedra venenosa dentro de mi pecho. La culpa es mía y sólo mía.

—Pero...— le contrarió.

—¿Tienes algo más que decir?— se giró dándole la espalda, tapándose con las sábanas hasta las orejas.

—No...

—Pues vete. No me apetece estar con nadie, menos contigo.

—Lo siento— musitó antes de cruzar el umbral y desaparecer del campo de visión del bajo.

—Oh, vamos, Min, ¿no puedes hacerlo mejor?— se burló un niño lanzándole una pelota de béisbol—. Seguro que sí, ¡pero no lo intentas!— exclamó tirando otra con trayectoria directa a la barriga del chiquillo.

Dolorido, abandonó el parque, haciendo caso omiso a los gritos de la pandilla que se había puesto en su contra. Sus hirientes insultos se clavaban en los oídos del infante que ansiaba ser aceptado. Sus rodilleras estaban impregnadas de barro por las caídas de los placajes que le habían propinado, sus palmas rozadas de correr y atrapar la pelota como un perro. Pequeñas lágrimas se escapaban de sus ojos porque, a pesar de ser pequeño, era consciente de que para ellos era menos valioso que el bate con el que jugaban, que era su esclavo personal.

—Yoongi— lo llamaron desde atrás—, se te ha caído esta muñeca— dijo Taehyung, su antiguo mejor amigo, haciendo que todos riesen mientras le tendía una Barbie mugrienta por el abandono.

—¡Nenaza!—gritó uno, uniéndose a él los demás con burlas y muecas.

—Seguro que te gustan los niños— habló otro empujándolo hasta que se tropezó y cayó a un charco—. No lo ha negado...— sonrió con malicia—. ¡Maricón!

—Mi padre dice que a los maricones hay que exterminarlos, que pervierten la sociedad. ¡Vamos a curarlo a golpes!— propuso el más fuerte del corrillo que lo rodeaba.

Aquel día un Yoongi de doce años llegó a casa con las mejillas magulladas, moretones en las piernas y varias heridas en el torso por los puntapiés. Ese día Yoongi aprendió a mentir y a curarse a sí mismo sin necesidad de adultos. Ese día un vacío comenzó a crecer a ritmo exponencial en su tórax. 

* * * * *

¡Anda! Pero si esto existía...

¿Sur...prise?

Cathedral Of Sadness | YoonminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora