Gustavo finalmente no aguantaría la sorpresa que le generara, el enterarse de la realidad sobre la paternidad de Horacio y terminaría muriendo a causa del agravamiento de su enfermedad, producto de la fuerte emoción recibida. Horacio se sentía devastado por lo sucedido, ya que este desenlace lo ponía automáticamente al frente de la familia de la que por cierto, desconocía que no era originario. Perla por su parte, tuvo una jornada cargada de dolor y su joven humanidad no pudo resistir el doble golpe que le generara el alejamiento de Diego primero y la muerte de su padre después. Mientras tanto, Babi no sabía qué hacer. Se sentía muy culpable por lo sucedido. Las últimas palabras de Gustavo, le dieron la pauta de que se había enterado de la realidad sobre la paternidad de Horacio, por lo que se sentía responsable de la muerte de su esposo y la culpa la mortificaba.
La situación parecía moverse al compás de una broma macabra del destino. Un día estaban de festejo y al día siguiente estaban velando a Gustavo. El ambiente pasó de la más agradable fiesta, al velorio más doloroso en una fracción de segundos. Mucha gente se acercó a la mansión para despedir a Gustavo y acompañar a su viuda y sus hijos. Andrés y Valentina permanecieron juntos durante todo el día en la mansión, acompañando a la familia. Valeria y su madre Katina hacían lo propio, acompañando fundamentalmente a Perla, quien no tenía ganas de seguir viviendo. Tras todo ese tiempo acompañándolos, Valeria le comunicó a Perla que debía irse:
- Perla, lo siento, pero debo marcharme.
- No me dejes amiga. No estoy bien.
- Yo tampoco me siento bien. Te prometo que volveré y me quedaré contigo todo el tiempo que sea necesario.
- Lo voy a extrañar demasiado – dijo Perla rompiendo a llorar.
- Es tu padre Perla. Es comprensible. – dijo Valeria reasumiendo su rol contencioso. Tras esa despedida, Valeria y Katina volvieron a su casa.
Mientras todo eso sucedía, Diego se había encerrado en su casa, sin saber nada de lo que había ocurrido. Estaba destrozado y no tenía el más mínimo gramo de voluntad para continuar. Ahora sí tenía un motivo valedero para rendirse. Estuvo así todo el día. No desayunó, ni almorzó. Tampoco le permitió la entrada a su madre en su alcoba. Se mantuvo así todo el día, tragando de a poco ese dolor que le provocaba, el creer que había perdido a Perla para siempre. El día pasó y a la tarde Valeria fue a visitarlo:
- ¿Piensas quedarte ahí toda la vida?
- Lárgate Valeria. Déjame solo.
- ¿Quieres dejar de ser tan egoísta y pendejo?
- ¡He dicho que te largues! ¡No quiero ver a nadie!
- ¡Déjate de pendejadas Diego, por el amor de Dios! ¡Lo que está sucediendo ahora es mucho más grave de lo que te imaginas! ¡Perla te necesita hoy más que nunca! ¡¿Qué acaso no sabes que acaba de perder a su padre y que no puede soportar tanto dolor junto?!
Al escuchar esas palabras, Diego se incorporó de un salto.
- ¿Qué es lo que acabas de decir? – preguntó completamente descreído
- Que Perla ha perdido a su padre. Murió anoche, mientras nosotros tratábamos de contenerla luego de que tú la dejaras. ¿No lo sabías?
Diego no podía dar crédito a las palabras de su prima. No podía creer que la única persona de esa importante familia, que lo aceptaba tal como era, había dejado el mundo de un día para el otro. Abrumado por la noticia, se sentó en la cama y se puso las manos a la cara como tratando de entender lo que pasó.
- Si te interesa un poco, mañana le darán sepultura. Ella te necesita y mucho. – dijo Valeria retirándose para ir nuevamente a casa de Perla.
Al día siguiente partió el cortejo desde la mansión hacia el cementerio. La familia recibía el acompañamiento de sus amigos en todo momento. Al llegar al cementerio, se inició la ceremonia de apertura y mientras esta se realizaba, Diego llegó en el coche de su madre y observaba la ceremonia a la distancia. Cuando Babi y sus hijos se retiraban del lugar, Diego avanzó hacia la tumba de Gustavo y se quedó parado frente a ella, observándola. No podía entender cómo pudo haber sucedido: