CAPÍTULO V - DIEGO y PERLA: EL PRIMER ENCUENTRO

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Tras haber comprobado que no era nada saludable desafiar a su hermano mayor, Perla ingresó al Instituto con el rostro completamente encendido de la vergüenza. Sin lugar a dudas, su hermano le dio una lección de lo que no debía hacer, para no tener inconvenientes con otra gente a la que su actitud le resulte chocante.

Lo bueno de ese viaje descontrolado, fue que Horacio la pudo dejar 15 minutos más temprano del horario de entrada (descontando, obviamente, el tiempo que perdió deponiendo y yendo a la farmacia). Eso le permitiría ir hasta el baño para asearse. Al ingresar, solo se encontraba la profesora acomodando los equipos para empezar el día.

- Buenos días Pro – saludó Perla

- ¡Vidal! – exclamó la profesora - Pero que sorpresa. ¿A qué se debe que hayas madrugado así?

- A una pelea con mi hermano que me terminó trayendo a los tiros en su motocicleta – respondió Perla avergonzada - ¿Puedo ocupar el toilette?

- Por supuesto niña. Prepárate bien ¿eh? – respondió la profesora con una sonrisa.

Perla entró corriendo al baño conquistando el fregadero. Una vez allí, se lavó los dientes y enjuagó mucho su boca. En ese momento, ingresó al baño Valentina, una de sus amigas. Valentina además de ir con Perla a clases de gimnasio, también asistía al mismo colegio que ella y eran muy amigas desde que iniciaron el secundario. Al mismo tiempo, ella sentía una pasión oculta por Andrés.

- ¡Joder tía! Esas cosas se hacen en casa cuando te levantas – bromeó Valentina

- ¡Calla la boca que no estoy de perras para que me jodas! – respondió Perla muy enojada

- Anda, que no se te puede hacer una broma ¿eh?

- De este tipo y en esta circunstancia no – respondió Perla mientras se mandaba un gran trago de enjuague bucal. Definitivamente en esa escena perdió toda su compostura real, dejando la princesa un rato de lado.

- Bueno pues, ¿me vas a contar que pasó o no? – preguntó Valentina con su típica curiosidad de amiga.

Perla se tomó su tiempo a responder mientras se enjuagaba. Al terminar de hacerlo, respondió:

- El gafe de mi hermano me buscó pelea y mi padre nos castigó ¡Y vaya que se ha ensañado conmigo! Me prohibió ir con ustedes a la heladería, como cada vez que salimos del Gym, de aquí hasta que empiecen las clases. Y para colmo de males, me lo pone a este bruto a que me lleve y me traiga. A modo de venganza, me trajo a toda velocidad en su moto y… - Perla paró porque no se animaba a seguir contando.

- ¿Y? – Preguntó aun más curiosa Valentina.

- ¡Ay que chismosa eres, por Dios! ¡Basta, termina acá! – contestó Perla muy enojada.

- ¡Ah no! Eso sí que no. No te dejaré ir hasta que no lo sepa. ¿Qué? ¿Te hizo vomitar? – preguntó Valentina adivinando la realidad.

Perla asintió con la cabeza y poniendo cara de asco, ya que el recuerdo le revolvía las tripas.

- ¡Aaahhhh! Jajajajajaja – lanzó una carcajada Valentina – Perla, siempre Perla. A la princesa se le ha caído su tiara.

Perla la miró con cara de pocos amigos y terminó la charla:

- ¡Vamos! La clase va a empezar – dijo con la voz semi ronca de tanto enjuague de menta que usara para su garganta.

A la salida del Instituto, Perla despidió a Valentina ya que, haciendo valer la palabra de su padre y queriendo demostrarle lo buena hija que era, decidió esperar a su hermano cumpliendo así el primer día de su castigo.

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