III: Memorias del amor.

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En aquella radiante mañana despertó Sonya,y cuando lo hizo, se había dado cuenta de algo: amaba a Yasuna. Yo antes había mencionado que Sonya nunca antes se había enamorado, y que por ende, desconocía cómo se sentía pretender a alguien. Sin embargo, desconocerlo no significa forzosamente haber oído de ello; por supuesto que ella había escuchado antes del amor, pero nunca llegó a verse involucrada en este padecimiento, y finalmente esa misma inexperiencia la llevó a pasar por aquél trastorno.
     Ante todo, ahora estaba parcialmente convencida de que sentía algo especial por Yasuna, pero la pregunta que ahora la perturbaba era ¿por qué? ¿cómo llegó a enamorarse de la misma chica que en un pasado vio como una simple tonta? Sonya no pudo pasar mucho más tiempo pensando en ello, porque logró ver al lado de su cama el reloj que señalaba que eran las 8:00 de la mañana, una hora después de que iniciara el día de clases en el colegio. Dio un salto de la cama para apresurarse a quitarse el uniforme y meterse a la ducha lo más rápido posible. Salió para secarse y vestirse con otro juego de ropas que tenía guardado en el armario. Mientras se ponía la camisa entornó la vista de nuevo en el reloj, y vio marcadas las 8:34; se abrochó rápidamente la camisa, se puso la corbata y salió de su casa con el saco y maleta en manos.

     Se estaba poniendo el saco mientras caminaba, sujetando alternadamente su maleta acorde a su necesidad para poder acomodarse en él. Estaba trotando mientras se seguía poniendo el saco cuando (sin que lo previera) llegó a la escuela. Finalmente pudo descansar. Estaba detrás de los muros principales, ya dentro de las instalaciones, recargada en el muro terminando de acomodarse el saco. Se dirigió después al edificio donde tenía la clase de las 8:00, tan solo para darse cuenta de que ya había terminado. Vio el interior del aula completamente despejado, sin ninguna persona presente. Sonya se desconcertó un poco al darse cuenta de que su prisa había sido en vano.
     Eran ya las 8:51, a las 9:00 tenía la hora libre, hora que especialmente aprovechó en la ocasión para subir a la siempre vacía y libre azotea del mismo edificio.
Se encontraba abriendo la puerta donde terminaban las escalera y empezaba la azotea. Al salir al exterior se topó con quien estuvo pensando desde que amaneció ese día, con quién tuvo ese sueño tan extraño, con Yasuna; estaba sentada en el viejo banquito de madera (donde acostumbraban pasar ambas cuando subían a la azotea), comiendo un sándwich y balanceando sus piernas sin rozarlas contra el piso de piedra. A pesar de que Sonya había hecho mucho ruido al momento de abrir la puerta, ella no pareció percatarse de su presencia, pues siguió dando mordiscos al pan, cabizbaja y con mirada indiferente. Sonya se acercó con serenidad a su amiga para sentarse a su lado.
          —Hola.- Hizo su esfuerzo por sonar más amistosa. Yasuna levantó la mirada, todavía masticando y con un trozo de lechuga pegado a los labios, una imagen deslumbrante.
          —¡Mmh!, Szunya-tzan. ¿Cumu tu fue? Creí qu no ibafs a iegar.
          —Je.-río Sonya ante tal desparpajo. -Eh... Oye, tienes restos de comida en la boca.
          —¿Ummh? ¡Agh! Purdom.-Tragó el bocado que estaba masticando y se limpió con una servilleta.- Es que no pude comer en mi casa. Salí un poquitín tarde y no me dio tiempo de detenerme para desayunar. Compré esto en la cafetería.- concluyó sacudiendo el sándwich, esparciendo las migajas por el entorno.
     En las últimas horas, Sonya se había preguntado cómo se vio envuelta en ese sentimiento de amor por aquella niña; y en aquél momento se replanteó por última vez (y ya de forma resagada) pensó en "reivindicarse"al considerar que su forma de actuar se estaba tornando como algo desagradable. Aquél momento sencillamente le hizo recirdar lo tórrida que podía tornarse la actitud de Yasuna, y sin embargo, no logró ni estuvo cerca de suprimir el sentimiento de amor que le hacía sentir. A final de cuentas, Sonya terminó exactamente en la misma posición: curiosamente atraída por Yasuna, sin darse una idea de por qué.
     Ambas se quedaron calladas, Sonya por rutina, y Yasuna para no hablar con la boca llena. Pasaron los minutos y Sonya comenzó a antojarse del aperitivo de su amiga, pues tampoco había desayunado nada; y a diferencia de Yasuna, ella no había comprado nada para comer.
Yasuna iba casi a la mitad de su sándwich. Estuvo a punto de atacarlo con un nuevo mordisco cuando alcanzó a escuchar, entre tanta calma en la azotea, un introvertido gruñido proveniente del estómago de su amiga, quien de inmediato puso su mano sobre él, sin darle mayor importancia; se quedó sentada y tranquila, aparentando que nada sonó.
Pero ella no lo pudo pasar por alto.
          —¿Tienes hambre?
Sonya no pudo evitar sentir un ligero rubor subir por su rostro.
          —¿Eh? No, no es nada. Es solo que... Cuando estoy alerta... yo...-. Estaba excusando su bochorno cuando sus tripas volvieron a sonar, pidiendo algo de alimento; rodeó con sus brazos su cintura, pretendiendo que con eso hiciera menos escándalo. Yasuna volvió a escucharla, y sin volver a inquirir por ello, sencillamente se alejó la mitad restante del sándwich de la boca y se la ofreció a Sonya, extendiendo su brazo hasta el lugar donde estaba.
          —¿Quieres mi otra mitad?
     Sonya, que todavía conservaba su "orgullo", rechazó en un principio el bocado.
          —N... No, gracias.
     En realidad, la comida estaba a prácticamente nada de hacerle perder la razón llamándola por su nombre. Sonya tenía hambre, pero evidentemente le daba pena admitirlo con Yasuna. De pronto, su estómago sonó por tercera vez, aún más ruidoso y molesto. Yasuna hizo su cara de dicha mientras le decía:
          —Oye, no pienses en que es bueno quedarse sin comer, ¿es que no oyes a tu estómago pedirte comida?
     Sonya contestó mirándola con seriedad.
          —...Si no comes -añadió rápidamente Yasuna con voz exagerada-, no vas a tener energía por el resto del día, y no podrás hacer nada. No podrás estudiar, no podrás corretearme en caso de que te haga enojar... No podremos jugar juntas ni pasar el día haciendo estropicios.
     Sonya se estremeció con ese último comentario. La frase de Yasuna le había recordado al día en que ambas quedaron atrapadas en el pozo, aquél día en que la vio por primera vez llorando, y a pesar de que ahora Yasuna no se encontraba en ese estado, Sonya sintió pesadez por recordar el extraño momento en que Yasuna le ablandó el corazón, así que, con base en ese mismo sentimiento, aceptó (aparentando indiferencia) la mitad del sándwich. Primero le dio un  mordisco, pero poco después se animó a comerlo más deprisa, eso hasta que se dio cuenta de que Yasuna se le estaba quedando viendo.
         —¿Uh? ¿Qué ocurre?- le preguntó.
         —Oh, no es nada, solamente me parece jocosa la forma en que engulles la comida... Sí que tenías hambre.
     Yasuna soltó una breve risa. Cuando  Sonya terminó de comer, ambas regresaron a las clases.

Kill me baby: La amplitud de cambiar. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora