IV: Una noche de reposo.

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Esa noche permanecieron Yasuna y Sonya en la sala de estar. Yasuna había llevado unas veladoras para ponerlas en la mesa, y así poder apagar las luces sin quedarse a oscuras antes de dormir. Sonya seguía reposando en el sofá cuando su amiga se retiró de la sala por unos momentos.

          —Me voy a cambiar.

          —¿A cambiar...?—preguntó Sonya, tratando de disimular su sueño.

          —A ponerme la pijama.—aclaró Yasuna poniéndose de pie de la colcha donde estaba sentada, que había instalado al lado del sofá donde estaba Sonya. 

     Antes de salir de escena, se regresó con ella para preguntarle si quería que le prestara una de sus prendas para dormir. Sonya vaciló desde el sillón ante esa proposición. ¿Ponerse la ropa de Yasuna? Como amigas y colegas que eran, eso no debía ser objeto de inquietud, pero a ella sencillamente le incomodó un poco. 

          —¿Eh? Ommh... ¿y me quedará? ¿No me irá a quedar grande? 

     Quiso decir "pequeña", pero por cuestión de divaguez al estructurar la pregunta, dijo "grande". Yasuna la miró con su clásica mirada perpleja durante unos segundos, antes de fingir molestia y reclamarle con un breve puchero:

          —Oye, ¿a qué te refieres con eso?... No estoy tan gorda, como mucho, pero no...

          —¡No me refiero a eso!—interrumpió Sonya también dando impresión de molestia.—No quise decir "grande", era por si me quedaba...

     Se detuvo para tomar aire y suspirar, cerró los ojos por varios segundos y la volvió a mirar, con cara seria todavía, pero intentando transformarla por una más blanda.

          —Sólo... que no sea moteada, por favor.—dijo finalmente, omitiendo el tema de la talla. Yasuna (quien se había inclinado cerca de Sonya para dialogar sobre aquello) volvió a su expresión estupefacta, incluso para ella fue un giro muy vertiginoso para la plática; sin embargo, no le duró mucho, porque rápidamente lo pasó por alto y exclamó:

          —¡A la orden!—Volvió a adoptar una postura firme a la vez que dejaba caer sus brazos sobre el estómago de su amiga.

     Sonya se estremeció rápidamente, a la vez que hacía una indudable cara de malestar e incomodidad. Yasuna creyó al principio que la había lastimado, y se preocupó en cuanto vio su reacción, dando un suspiro y volviendo a poner sus manos sobre ella "para sobarle". Las movió frenéticamente donde tenía los moretones, desconsiderando el riesgo de golpear una de las heridas, cosa que finalmente no ocurrió (por suerte). Transcurrieron algunos segundos para que se diera cuenta de la nueva reacción que le estaba generando: Sonya había comenzado a retorcerse incómodamente mientras intentaba bloquear una mueca sonriente con sus mejillas, y se le iluminaban los ojos:

          —¡Sonya-chan! Lo siento, lo siento, no quise hacer que te volviera a doler...

     Cuando dejó de prestar atención en masajear su vientre, y la vio luchando por no regocijarse, y entonces dejó emerger su sonrisa pícara, mientras desviaba la vista hacia otro lado "pretendiendo" que Sonya o la escuchara. Rió y dijo:

          —Así que tienes cosquillas.—se puso sus dedos a la altura de los labios mientras volvía a reír. Sonya rápidamente sintió el mal presentimiento por lo que procedería, puesto que había oído claramente el murmullo de Yasuna. 

     Pero para su sorpresa, ella no hizo nada de lo que esperaría, por el contrario, solo se puso de pie y al fin se fue hacia su habitación para buscar las pijamas. De pronto, Sonya sintió el alivio recorrer su cuerpo, pero al instante supo también que Yasuna iba a hacer "algo", pero no supo qué y cómo. 

Kill me baby: La amplitud de cambiar. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora