VI: Mi lado sensible.

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Ya había pasado una semana desde que Sonya se hospedó en casa de su amiga, y desde que ésta última se había enamorado de ella; Sonya había empleado los días posteriores a realizar todos los trámites necesarios para salir de la mencionada organización de asesinos en la que se había involucrado antes de conocer a Yasuna, porque sencillamente ya no se sentía identificada con ese mundo, ya no era esa persona fría e insensible que aceptaba la labor de matar a quienquiera que le ordenaran, sin importar sus antecedentes o lo que haya hecho para merecer la muerte. 

     Mientras realizaba todo el proceso de renuncia y vivía los días, había comenzado a padecer un malestar muy singular, que no alcanzó a entender en un instante, pero que después vio con la claridad del cristal. Desde que se había enamorado de Yasuna, había experimentado justamente el nuevo sentimiento de amar a una persona; ahora, pasados los días, y más allá de haberse convencido de que la quería, de que había cambiado su visión de ella, y de que ahora significaba algo especial en su corazón, sintió la necesidad de decírselo, de ya no reprimir ese anhelo.

          —¿Cómo puedo decírselo? ¿cómo iría a reaccionar ella?—Pensaba y pensaba mientras regresaba a su casa, con los documentos recogidos de la organización sostenidos por su antebrazo.

     Esos días para Yasuna tampoco habían sido los mejores o los de más bienestar para su condición. Ella hacía poco había reconocido para sí misma que había comenzado a sentirse atraída por su amiga. Un día después de que esta la visitó, cuando no estaba en el colegio, sino encerrada en su habitación leyendo mangas, le fue imposible concentrarse en mantener el hilo de la historia, porque casi cada minuto le llegaban diversos pensamientos relacionados a Sonya, recordando lo iluminada de aquella noche que pasó ahí.

          —Ese abrazo... Cuando Sonya me abrazó no lo sentí como un acto de gratitud y humildad. Sentí una vibra de amartelamiento en su cuerpo.

     Entre todos los sucesos de aquél día, se había detenido a pensar en el abrazo que le dio justo antes de marcharse; ya se había detenido bastante a recordar con poca premura los sucesos jocosos y raros de la tarde. Estaba pensando en la actitud de Sonya al momento de rodearla con sus brazos. 

           —No me parece que me haya tratado exactamente así por darme las gracias. Algo... yo siento que hubo algo más que la motivó a hacerlo. ¿Podría ser que, en realidad, Sonya también sienta algo por mi?

     De nuevo menciono que Yasuna tenía más experiencia en el sentimiento del amor que Sonya, y por eso le costaba menos comprender las actitudes que una persona persona adopta cuando siente algo por otra. Si Sonya en verdad estaba enamorada, y ella también ¿qué procedería? ¿ella estaría dispuesta a llevar la  amistad rumbo a algo más? De eso no tenía mucha consideración Yasuna.

          —Entonces, en el caso de que no se atreva a decirme algo, ¿yo debería decirle?

     La noche que regresó Sonya de la organización, habiendo retirado completamente todo documento oficial que la vinculara a ella, acomodó sus sábanas, las desplegó y se metió debajo de ellas. A diferencia de su amiga, ella no había estado considerando la posibilidad de que detrás de su amor hubiera un sentimiento mutuo. Debido a que Yasuna no reflejaba tanto el sentimiento y la emoción en su forma de actuar, (y sumado el hecho de que Sonya nunca supo cómo era que alguien sintiera amor por ella), pensaba que ella seguía sintiendo por ella nada más que una inseparable y tórrida amistad. Desde que se enamoró de ella, Yasuna nunca había presentado (no de manera explícita) que en verdad se estuviera enamorando. A final de cuentas, Sonya no estaba segura de declararle su amor, porque no sabía qué respuesta iría a obtener de su parte. No sabía si arriesgarse a decirle o no. Y con en esa disputa consigo misma concilió el sueño.

Kill me baby: La amplitud de cambiar. (Yuri)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora