Parte 6// fin

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Me desperté sobresaltado en mitad de la noche: alguien tocaba la puerta insistentemente; será mi subconsciente pensé, tal vez mi cuerpo enviando señales a mi cerebro para que trasladase la orden de seguir respirando; volví a reconciliarme con la cama lentamente, dejando apoyado primero mi cuerpo y después cerrando mis ojos, los cerré, como si del bateo de las alas de una dulce y pequeña mariposa se tratara. Pobre de mí lo que no sabía era lo que me esperaría después...

Querido lector, ahora tan solo le pido, que abra su imaginación, que no se limite a la realidad, que deje su cabeza abierta a todo lo que creía impensable, y que finalmente, viva conmigo el viaje a Utopía, el lugar más hermoso en el cual nunca querrá estar.

Día 126: Todavía me tienen aquí, os echo de menos, rezad por mí, pues creo que estaré aquí durante largo tiempo, realmente no sé si se llegará a enviar este vídeo y que posteriormente podáis verlo, pero es la única forma que tengo por la cual demostraros señales de vida; aguardad, estoy maquinando un plan para escapar. El tiempo que me aguante esta pobre videocámara, lo aprovecharé para esto: querida familia os contaré cómo y por qué llegué aquí, con el fin de evitaros a vosotros la misma suerte. ( pi,pi,pi).

Día 127: Hoy me espera castigo, mas mientras no vengan a torturarme, os contaré la historia que quise contaros ayer, pero que esta vieja máquina no me permitió hacer; tengo diecisiete minutos y medio, para explicaros la situación en la que me encuentro y cómo he llegado a ella.

Todo comenzó cuando el Profesor Richard dijo eso de que, aunque el porcentaje de posibilidades era mínimo, había esperanza de que universos paralelos existiesen, comentó la idea de hacer un trabajo sobre esto y sobre qué usos podríamos sacar de tenerlos. Ahí, se abrió mi imaginación y sí, ya sabéis cómo soy yo, aparte de competitivo, "un tío con la mente muy abierta". Inmediatamente al sonar la campana de clase hablé con el profesor y él, Maddison, Adriana, Rubén y yo, nos pusimos manos a la obra.

Recordáis cuando llegaba tarde a casa o ya no salía tanto con los de la comunidad, el motivo, entonces insospechado, era porque andaba metido en el estudiar y comprobar la existencia de universos paralelos, pero y por qué "tantos rayamientos de cabeza", que incluso llegaba airado a casa. Pues por el sencillo razonamiento de que estamos ya en el año dos mil ciento cincuenta y siete, y que hace más de cien años, no pensaron en nosotros y en las gravísimas consecuencias que tendría, no detener el calentamiento global. Hay que aceptarlo, nosotros destruimos nuestras calles, pueblos y ciudades, al igual que nuestros antepasados, el petróleo sigue dañando, junto con muchos otros materiales contaminantes, nuestra atmósfera; en resumen, la Tierra que miles de millones de años tardó en formarse, está agonizando y morirá y lamentablemente ya es irreversible.
Pensé en la posibilidad de que si había eso que nosotros llamamos universos paralelos, podríamos salvarnos todos, simplemente trasladándonos a uno de los otros mundos habitables en los cuales viven nuestro hermanos separados y conseguir, que la raza humana no terminara ahí, extinguiéndose o padeciendo más problemas de los que ya tenemos.

Razoné y experimenté y gracias a Dios encontré, una posibilidad baja, de una entre un millón, de que pudiésemos encontrar un universo paralelo, para transportarnos ahí con ciertos procesos físicos, que antes no tuvieron sentido pero ahora sí.

Obviamente la probabilidad era pequeña y tenía que haber un conejillo de indias, me ofrecí yo. Familia, no os explicaré qué leyes físicas, cuánticas, o matemáticas usé, no las entenderíais; el viaje fue no doloroso pero sí algo desconcertante, pasé durante unos segundos por un vacío raro de explicar, era como si... Como si me hubiesen quitado el alma; pero después de este angustioso momento, todo fue bien, tardé siete días, nueve horas y veintisiete minutos según mi viejo reloj atómico.

Aparecí ante ellos, según me contaron después en el juicio, con algo así como una nave espacial, y dentro de ella, yo; de lo que sí me acuerdo, era de que bajé muy rápido, atravesé velozmente su atmósfera y caí donde me pareció a mí ser una metrópolis, una ciudad inmensa, incluso más grande que Theotokos; me costó un poco la adaptación a su gravedad, mayor que la nuestra, cosa que no entiendo si eran universos paralelos...

Uthopia. Diarios de aquel que nunca volvióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora