La depresión se apodera de ti silenciosamente.
Al principio tienes problemas con las cosas pequeñas, pero luego eliges ignorarlas.
Es como una jaqueca, te dices que es temporal, que pasará.
Es sólo un mal día.
Pero no lo es, estás atascada en este estado mental.
Te acostumbras a usar una máscara social y vivir entre los demás porque es lo que tienes que hacer. Es lo que hacen los demás.
Pero el problema no desaparece.
Te esfuerzas por actuar todos los días y empieza a costarte más y más.
Allí es cuando comienzas a caer más profundo, y es entonces cuando empiezas a alejarte de amigos y familia.
A veces, ignorándolos por completo.
Todas las satisfacciones desaparecen.
Las pequeñas cosas que solían hacerte feliz ahora son insignificantes.
Incluso, las cosas simples se vuelven dolorosas.
Por eso, es que no tienes motivación.
¿Por qué continuar haciendo cosas si nada te hace feliz?
Todo esto te hace sentir incluso peor, y te ves atrapado en un circulo vicioso.
De pronto, te das cuenta que estás viviendo en cámara lenta.
Los días son indistinguibles...
Sólo ruido blanco... una pesadez que llena tu mente y se reparte por tu cuerpo.
Sientes que nunca volverás a ser feliz.
Sigues alejándote y destruyendo relaciones.
Estás avergonzada por todo lo que has hecho y lo que no has hecho.
Hay una parte de ti que quiere arreglar las cosas. Un impulso repentino que te hace querer salir y conocer personas, pero no dura mucho porque sabes que de todas formas no funcionará.
Las cosas que emocionan a tus amigos te dejan indiferente y te deja consciente de la brecha que hay entre tú y ellos.
Otro fracaso no es una opción... así que eliges estar sola, donde te sientes segura, donde nadie te hace preguntas.
La baja autoestima y la falta de propósito se vuelven insoportables.
Finalmente te das cuenta que no puedes continuar así y sucede una de dos cosas:
decides buscar ayuda o puede que intentes suicidarte