CAPÍTULO TRES

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  ❛que viva para siempre❜  

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  ❛que viva para siempre❜  


UNOS DÍAS MÁS TARDE, los que los comerciantes tardaron en cruzar el Gran Desierto que dividía Narnia de Calormen, se celebró una bienvenida en el castillo para recibirlos. La sala de los cuatro tronos estaba decorada de estandartes y flores, y la música embellecía más el ambiente. El salón principal, con su larga mesa, estaba repleto de comestibles, pasando de dulces a salados, bebidas para los más valientes y zumos para los que prevenían su comportamiento. Tenían que dar buena impresión, había querido el Sumo Monarca.

Las chicas estaban encantadas con recibir nuevos invitados, esperando que no fueran los únicos al reino. Sabían que si el buen trato con Calormen se mantenía y superaba lo cordial, los festejos abundarían en el castillo. Se habían arreglado con el mejor de sus vestidos, cada una luciendo un color distinto, llevando peinados cargados de trenzas y flores. Edmund llevaba su espada en el cinturón, tan limpia y brillante que su empuñadura casi parecía un diamante. Peter se había desecho de la incipiente barba de los últimos días y usaba las sedas más exquisitas de Narnia. Yo, a su lado, llevaba la sonrisa que éste mismo me había obligado a no olvidar.

─Y por lo que más quieras, Charlotte, sonríe.

Tras un aviso que los guardias nos dieron, los invitados pasaron a la Sala de los Cuatro Tronos, donde todos los esperábamos.

No pude evitar fijarme en la tez morena que lucían, el agua brillante del sudor surcando sus frentes bronceadas, ocultas tras las telas de un colorido turbante. Las ropas seguían el mismo modelo, largas túnicas que llegaban hasta más abajo de sus tobillos estaban cargadas de los más exóticos estampados de las más delicadas y frescas sedas. Las presentaciones fueron largas y aburridas, cada uno haciendo alarde de sus nombres títulos, tanto por parte de los bienvenidos como de los Reyes. Peter se extendió en la magnificencia de su cargo y mutuamente se adularon con pesadez hasta que por fin llegó el momento de los negocios. Tras los reyes narnianos levantarse y saludar en persona a los calormenes, todos se fueron a excepción de los comerciantes, Peter y yo.

Me percaté de cómo los ojos extranjeros se centraban en mí con confusión, pasando a las siluetas de Susan y Lucy que justo abandonaban la estancia cogidas del brazo y riendo entre susurros. Sabía qué pasaba por sus mentes y era la incógnita de por qué mi presencia femenina aún seguía entre ellos.

─Charlotte, además de ser Guardiana del Reino, es mi Mano Derecha -explicó Peter ante la atenta y sorprendida mirada de los comerciantes- Está presente en cualquier evento que me relacione y si la ocasión no cuenta con mi presencia ella es mi voz y mi voto.

─Estábamos al corriente de las excentricidades de Narnia, pero no suponíamos que fueran... tantas -comentó con retintín el primero de ellos, haciendo reír al de su lado.

─¿Hay algún problema con ello? -inquirí alzando una ceja en su dirección.

Sentí la mirada de Peter sobre mí, reprimiendo mi contestación. Quizá tendría que haber empleado otro tono, o quizá haberme callado. Sin duda es lo que debería haber hecho, pero no lo que yo sentía que quería hacer. Esos salvajes no iban a reírse de mí.

THE KINGDOM | PETER PEVENSIE 2 / POSTPUESTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora