Dejar ir, soltar y avanzar es exactamente lo que debe hacer. Ella aún no lo sabe, pero con el dolor de su alma lo hará. Hye lo logrará.
❝Te lloro todas las noches, te extraño como una loca, pero sé que ahora tú estás mejor y que debo decirte adiós...
Nuestra primera llamada por teléfono fue una de las más largas que he tenido en la vida. Recuerdo cómo me emocioné al ver tú nombre en la pantalla de mi celular, aunque también recuerdo como al principio quería matar a quien me llamaba a esas horas. Es decir, eran las cuatro de la mañana. Esa madrugada hablamos de temas específicos, me contaste sobre ti; lo cual me ayudó a confirmar que tú personalidad es maravillosa. Creo que estuvimos hablando hasta las seis de la mañana, cuando te quedaste dormido con el celular aún en nuestra llamada. Balbuceaste algunas incoherencias y luego no escuché nada más que tú tranquila respiración.
Esa noche, o bueno madrugada, me armé de valor y aunque sabía que dormías; te dije lo que sentía. Lo dije todo sin vergüenza ni arrepentimiento, me sentí liberada. Luego de soltar lo que por años llevaba escondido en mi corazón, corté la llamada y con el corazón a mil y una sonrisa en los labios me quedé dormida.
Cuando desperté aquella mañana fue también por tú llamada, pero justo en el momento que reaccioné del todo ya se había cortado aquella. Recuerdo como tomé entre mis manos apresurada el celular, mientras me recriminaba por qué había sido tan lenta en contestarte. Fue ahí cuando la sorpresa creció en mi al ver todas esas llamadas perdidas de tú parte. Lo admito, me emocioné como una estúpida, pero claro que mi emoción se fue a la basura al ver la hora en mi celular, me había quedado dormida por no haber puesto la alarma. Me sentí una tonta al caer en cuenta que ya era demasiado tarde y que no me permitirían entrar por la hora.
Esa mañana fue aburrida, ordené mi habitación y luego la casa completa. Me encontraba sola, mis padres trabajaban y mis hermanos de seguro estaban en sus respectivos lugares de estudio. No fue hasta las una y media cuando mi aburrimiento cesó al momento de escuchar el sonido de mi celular y ver en su pantalla tú nombre, no lo pensé ni dos veces cuando ya había contestado la llamada y el celular fue a parar a mi oreja derecha. Me dijiste que te habías preocupado por mi falta a clases y que te sentías culpable por ello. Ya que, tras tú llamada en la madrugada, no había dormido lo suficiente. Te dije una y otra vez que no era tú culpa y que todo estaba correcto, pero como eres terco no te conformaste con mis palabras, así que me dijiste que luego de clases me vendrías a ver y que, de paso, traerías las materias del día y pollo para que ambos comiéramos.
Llegaste a mi casa aquella tarde, empapado por la lluvia que había comenzado en la ciudad. Es increíble como con el cabello y ropas mojadas, la nariz roja, una bolsa en una mano y tú bolso en el hombro te veías igual de hermoso a mis ojos.
Esa tarde fue la mejor de todas. Comimos al lado del fuego de la chimenea y hablamos de cómo habían estado nuestros días. Te quedaste hasta pasadas las siete de la tarde, fue cerca de esa hora que decidiste era hora de irte. La verdad no quería que te fueras, pero aun así no puse problema y te despedí con una gran sonrisa en la entrada de la casa, la cual tú por supuesto correspondiste. Luego de un sencillo "nos vemos mañana, descansa" te vi correr bajo la lluvia, en la que suponía era la dirección de tú casa. Lo único que pude hacer en ese momento fue suspirar, mientras desde mi distancia velaba cada uno de tus pasos. Fue así, hasta que finalmente te perdí de vista.
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