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Sábado por la mañana, como era de esperarse la madre de Camus y Dégel dormía mientras estos se encargaban del aseo de la casa, habían desayunado solos y se encontraban terminando la limpieza del día.

-Camus, ¿qué hora es?- preguntó el mayor mientras de retiraba el sudor de la frente con un pañuelo.

-Casi las once.- contestó el menor, mirando su reloj de mano, Dégel se le quedo viendo un segundo, odiaba ver las marcas en los brazos de Camus, quien solo usaba ropa sin mangas en casa ya que le tenia confianza a Dégel, aunque éste ya le había pedido que dejara de hacerse daño.

-Me iré a dar un baño y empezaré a preparar el almuerzo.

Camus solo asintió y se dejó caer en el sofá, estaba exhausto, ¿y como no? Si en toda la semana su madre no tocaba la escoba siquiera y con el colegio y tareas ellos olvidaban tan siquiera barrer, por ello entre los dos limpiaban la casa los fines de semana.
Se dirigió a las escaleras para subir a su cuarto y darse un regaderazo, odiaba el sudor en su cuerpo, por ello jamás realizaba actividades deportivas y se podría decir que por lo mismo era la unica materia en la que iba mal. Cuando terminó se vistió con uno pantalón de mezclilla desgastado y con una camisa sin mangas color negra.

Bajó para ayudar a Dégel en la cocina, pero justo cuando iba a pasar de largo la sala alguien tocó el timbre.
Camus miro hacia la puerta confundido puesto que casi nunca recibían visitas, por un segundo pensó que tal vez seria Unity, el amigo de su hermano que quería platicar con él. Volvieron a tocar el timbre sacando de aquel transe al menor, se apresuró a abrir la puerta, sin embargo la persona que vio lo dejó si habla.

-Hola pequeño.

-Camus, ¿quién es?- Dégel se acercó a su hermano y al igual que éste se quedó boquiabierto. - ¿Papá?

Frente a ellos se encontraba un hombre de cabellos azules verdosos, ojos de un hermoso color turquesa, piel nívea y suave como la porcelana. Aquel hombre de hermosas facciones esbozó una sonrisa al escuchar que el mayor aun le llamaba así.
Camus se hizo a un lado para dejarlo pasar, éste lo hizo y miró la casa como si tratase de la primera vez que entraba.

-¿Esa pintura es nueva?- preguntó refiriéndose a una muy en particular, en aquella pintura se trataba de plasmar lo que serían casa o templos, todos en un sendero que llevaba cuesta arriba a un templo de mayor tamaño.

-No.- contestó frío el menor de los hermanos.- lo sabrías si vinieras más seguido.- comentó con sorna.

-¿Tú que haces aquí?- sus miradas se posaron en la mujer que bajaba las escaleras, delgada, de piel blanca, curvilínea, cabellos negros e impactantes ojos amabar.

-Serafina, buen día. - saludó el hombre. - veo que apenas te levantas, nuevamente los chicos hicieron el aseo, era de esperarse.

-Guardate tus comentarios Mystoria, ¿a que has venido?

-Tengo un hijo. - le contestó mirando a Camus quien se había colocado alado de Dégel. - y aun chico al que quiero como si fuera mío.

-No llamas ni vienes en meses y ¿dices que tienes un hijo?- la mujer soltó una sonora carcajada que irritó a los hermanos.

-Vengo a hablar con Camus de algo importante.

-Ahorrate lo que vayas a decir, no creo que me interese. - escupió el menor.

-¿Por qué no almorzamos todos y nos cuentas lo que querías hablar con Camus?- preguntó Dégel algo incómodo, pues la tensión del ambiente era tan densa que juraba se podía cortar con el cuchillo más afilado.

Todos se dirigieron al comedor, Camus ayudó a su hermano a acomodar los platos y cubiertos, tratando de que su padre no viera sus brazos expuestos. Finalmente todos tomaron asiento, Serafina a la cabeza, a su lado Dégel, seguido de éste Camus y al otro extremo frente a Serafina, Mystoria.
Comieron en extremado silencio, Serafina no le quitaba la mirada de encima a su ex marido, lo detestaba tanto, aunque muy en el fondo aun lo extrañase.

I'm Fine.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora