Capítulo 39 - PRIMER PENSAMIENTO

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Sara iba conduciendo a la casa de Tomás llevando el trabajo que había hecho Pablo a un lado. En ese momento no tenía idea de qué iba a hacer al verlo, pero esa probablemente sería la única oportunidad que tendría de cumplir el tonto reto de la doctora.

Pero, ¿y si estaba con Katherine?

—Eres una tonta, Smith —murmuró, esa idea parecía peor a cada momento que pasaba. Tendría que haber llamado antes de ir, ya era muy tarde para eso.

Ella volvió a mirar toda la cantidad de hojas sobre la silla del copiloto, ahora tendría que leerlas todas porque estaba segura de que la profesora les iba a preguntar y sabía que, tal como había dicho Pablo, Tomás era muy inteligente y seguramente ya sabía del tema, pero, ¿y ella qué?

Sara se volvió a regañar mentalmente cuando vio una llamada entrante de Mario, otro a quien llevaba días evitando.

 —Por favor, no me odies —dijo al responder por el altavoz.

—Nunca podría odiarte, princesa. Pero te va a costar mucho trabajo lograr que te perdone. Mucho —dijo él del otro lado.

Sara suspiró.

—He tenido unos días infernales, podrías escribir un libro con todo lo que me ha pasado.

—Siempre he tenido como plan B en caso de que me quede sin trabajo hacer una trilogía de la familia Smith-Herrera. Sería así de rico como la que escribió 50 Sombras de Grey.

—Pero sin los látigos —comentó Sara.

—Ni el cuarto rojo.

—Ni las esposas.

—Ni los ju… Un momento —dijo Mario—. Eres menor de edad, ¿qué haces leyendo esos libros?

—Si te sirve de consuelo, sólo he leído el primero —comentó riendo—. Val eliminó los que había comprado, estaba muy enojada porque dice que debo terminar los de George R.R Martin primero, ¡pero él ni siquiera los ha terminado!

—Cariño, aprende de un experto: Jamás compartas con nadie tu cepillo de dientes, tu contraseña del correo, ni tu lista de lectura. Siempre te los van a arruinar.

—Lo sé —Sara sonrió—. Gracias por hacerme sonreír, Mario.

—Y eso que no he empezado a contarte lo que sucede en los otros dos libros.

Sara siguió riendo.

—Te invitaría a comer algo para que me los cuentes, pero he estado tan ocupada. Debo ir a casa a estudiar para mañana.

—¿No estás en casa? —Le preguntó con curiosidad—. ¿Dónde estás?

—Ahora mismo voy camino a casa de Tommy para entregarle un trabajo —¡Maldición! Sara se mordió la lengua, no podía seguir llamándolo así.

—¿Tú vas? —preguntó de pronto Mario.

—Si —suspiró—, es que nos castigaron y voy a llevárselo para que lo lea. Larga historia.

Del otro lado hubo silencio.

—¿Qué dices si nos vemos mañana y visitamos a mi papá? —dijo Sara después—. Aún debe estar muy triste por mi culpa.

Ella escuchó que Mario hablaba y daba órdenes. Aún debía seguir en su trabajo, el pobre prácticamente vivía en esa oficina. Él después regresó a la línea.

—Claro que sí, princesa, Will te adora y sé que lo van a superar.

Sara se estremeció al ver que estaba llegando al barrio de Tomás, al entrar a su manzana sintió que su pecho se comprimía.

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