Capítulo 40 - AMIGOS

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Sara bajó las escaleras lo más rápido que pudo, pero se cruzó con Juliana y Nicole al llegar abajo, era como si la estuvieran esperando.

—¿Ya hablaste con mi hermanito? —inquirió la pequeña, sus ojos estaban brillando ilusionados. Sara ni siquiera podía articular palabra, involuntariamente levantó una mano y se cubrió sus labios, los sentía hinchados y más sensibles que nunca. En ese momento su mirada se cruzó con la de Juliana y de alguna forma supo que ella había descubierto lo que había sucedido allí arriba.

—Por supuesto que hablaron, pastelito —dijo Juliana atrayendo la atención de su hija—. Pero Sara ahora debe estudiar para sacar muchas caritas felices en el colegio.

La pequeña sonrió ampliamente.

—¡Lo sabía! —Ella hizo que su mamá la dejara en el suelo y se acercó con otro portarretrato en sus manitas—. Es para ti.

Sara lo recibió con los ojos llorosos, pero antes de que pudiera darle las gracias la pequeña se acercó y la abrazó.

—¿Vas a volver? —preguntó en voz baja.   

—Pronto nos veremos, Nicky —repuso con voz entrecortada—. Te lo prometo.

Ella después se levantó y se dirigió a la puerta.

—Pero, ¿y el trabajo? —Preguntó Juliana—. ¿No vas a sacar una copia?

—Ya la tengo, gracias… por todo.

—¿Qué fue eso? —Sara se preguntó en la soledad de su auto cuando empezó a conducir. Simplemente no lo podía creer, había acabado de besar a su mejor amigo… que ya no era más su amigo porque había regresado con su exnovia justo cuando ella se había dado cuenta que estaba enamorada de él. Y sin mencionar que era el mismo de quien había decidido apartarse para seguir con su novio universitario...

Estás tan, pero tan mal de la cabeza, Smith.

Pero la verdad era que en su interior no estaba sintiendo ni una pizca de arrepentimiento, lo que hacía que fuera una peor persona. Ella seguía intentando normalizar su respiración y el calor ya estaba bajando lentamente de su cabeza mientras hacía un análisis de todo lo que las chicas decían en las películas cuando daban su primer beso. Todo concordaba y lo odiaba.

Ella siempre había creído que era una estupidez lo de las mariposas en el estómago, pero era cierto. Eran miles de cosquilleos y un fuego que quemaba pero que se sentía bien. Eso era todo lo que había pasado en su interior en esos momentos, y aunque ahora todo su cuerpo estaba pidiéndole a gritos que regresara, ella sabía que ese beso no se iba a volver a repetir.

Ahora Katherine si tenía una buena razón para rayar su auto.

Y golpearla.

Maldición.

Sara sacudió la cabeza, ahora necesitaba enfocarse en otras cosas, como por ejemplo, que en realidad no tenía ninguna copia del dichoso trabajo y no tenía cómo estudiar.

—Hola, Sara. ¿Tan rápido conseguiste las entradas para la fiesta? —Pablo respondió al instante.

—Calma, aún no las consigo, señor fiestero —repuso burlona—. Lo que pasa es que necesito otra copia del trabajo, no tengo con qué estudiar.

El chico empezó a reír.

—No te preocupes, te la puedo enviar al correo.

—¿En serio? Gracias, mil gracias —suspiró aliviada—. Y ten paciencia, yo te aviso cuando consiga esas entradas. Adiós.

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