Y el amor, por mucho que intentes ponerle una correa por precaución intentando evitar así el daño, es cuando más sufres porque cuanto más tira el corazón de la correa, más le ahoga.
Insistimos en que esquivando el dolor vamos a ser felices sin darnos cuenta de que la felicidad la podemos encontrar abriendo un poco el corazón y dejando que entren las emociones, que bailen y recorran todo nuestro ser.
Que no aprendemos que el amor hay que dejarlo ser libre, salvaje, puro y auténtico.
Porque cuando dejas que te invada es cuando te sientes libre, que crees que puedes volar y tocar el cielo con las manos, incluso sabiendo que esas alas son temporales y que cuando toda la ilusión se acabe no habrá manera de frenar la caída y la hostia que te darás será tan fuerte que aún cuando juntes los pedazos de tu corazón roto tendrás ahí esa marca. Una marca que te servirá de alerta, la cual seguramente ignores cuando encuentres a alguien que haga que tu corazón grite su nombre, una marca que te recordará momentos de felicidad pero que ahora por desgracia no son más que una carpeta llena de memorias dentro de tu cajón de los recuerdos.
Pero a pesar de todo lo disfrutarás y siempre querrás volver a subirte a esta montaña rusa de sentimientos, porque al fin y al cabo la sensación que te produce el amor es inigualable.
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Cartas para ella
RomanceÉrase una vez... No... Espera. No voy a empezar este libro como se empiezan las típicas historias porque no es una típica historia. Aquí voy a transformar mis pensamientos y sentimientos en palabras. Os voy a contar la historia de cómo conocí a ESA...