16 de abril de 1975

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No podía creerlo nos estamos mudando a un pequeño pueblo en las afueras de la ciudad, no podía esperar más. Mamá nos había dicho que la casa era muy hermosa y espaciosa, pero que también era vieja, aún así ansiaba llegar y ver la que sería nuestra habitación. Mi hermano John y yo no resistíamos las ganas de poder jugar en el jardín ya que también papá nos había mencionado que era perfecto para un buen día de relajación.

Finalmente habíamos llegado, no se veía muy bien, se veía algo desgastada pero calida, el vecindario combinaba con la casa, era algo solitario y tenebroso, la neblina de ahí era muy espesa daba sensación de dolor; mientras entrábamos a la casa escuchábamos susurros, pero estábamos tan emocionados que no dejaríamos que un vecindario con una mala pinta nos asustara. Fui el primero en entrar, subí y entre en la sala de estar y encontré una carta que decía:

"Debimos habernos alejado en el momento preciso, ahora es tarde, ya puedo ver los cuerpos del infierno venir hacia mí, sé que moriré, le digo a cualquiera que vea esta carta que huya de aquí".

La guardé sin que nadie la viera y no me importó mucho lo que decía, empecé a dar un recorrido por esa casa y lo primero que note fueron las sombras que no dejaba de ver en todos lados. La primera noche que pasamos ahí fue algo incómoda porque John se sentía observado y yo con mucha inseguridad al cerrar los ojos.

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