Entre espinas.

561 47 7
                                    

Juleka.

Mis manos están amarradas a ambos lados de mi cuerpo y a la vez estoy sujeta en una camilla, todo es blanco, estoy sumamente confundida.

Pido ayuda pero parece que no hay existencia de vida en ese momento, en ese lugar.

La desesperación se hace presente en mi, grito a todo pulmón pero parece que soy el único ser vivo ahí.

Al poco tiempo una risa, una voz femenina se hace oír.

—Todos tienen un fin...

No dije nada, intentaba distinguir a aquel ser pero era imposible, no podía, simplemente no podía.

Me sentía inútil, quería llorar, pero no lo haría, por esta vez no lo haría.

—Todos tienen un fin—volvió a decir—¿Me recuerdas, hija?

Mi corazón latía de forma desenfrenada y no podía evitar estremecerme, tenia que hacer algo pero el miedo se extendida en cada parte de mi cuerpo.

—Tú ya no me puedes hacer nada—dije tartamudeando, esto era una pesadilla, quería despertar pero no podía.

Ella reía y reía, se acerco un poco mas hacia mi y dijo:

—¿Qué es uno menos?, ¿qué significa una persona menos en la faz del planeta?—sabia a que quería llegar, me encontraba asustada, quería que todo esto acabara, quería gritar pero no podía, no podía.

Una luz impacto en mis ojos haciendo que mi vista saliera afectada.

Entre sudor y jadeos desperté. Me encontraba aliviada por haber despertado y que aquello solo fue una pesadilla más, pero por otro lado me sentía triste, desbastada, inútil...

—Solo fue una pesadilla—asegure.

Me restregue el sudor del rostro y fui por un vaso de agua con el objetivo de poder tranquilizarme, pero no podía.

Me acosté en mi cama con cierto cuidado de no despertar a nadie.

Intente dormir, pero fue en vano; cada vez que cerraba los ojos oía risas, voces, gritos desgarradores y veía ante mi cadáveres ensangrentados los cuales me recordaban a mi familia, mi padre y hermana, además de todo lo que mas me aterraba era la silueta de mi madre, yo la asesine, pero por más que quería olvidarla no podía. Decidí mantenerme con los ojos abiertos, recordé el sueño o mejor dicho pesadilla que había tenido hace un momento, frunci el ceño ante eso, odiaba vivir del pasado, de recuerdos.

4:00 AM...

El tiempo era lento, demasiado lento para mi gusto.

No aguante más, sin hacer demasiado ruido me dirigí al baño.

Con mucho cuidado cerré la puerta de este, me mantenía en completo silencio, tragandome mi dolor, contemplando un punto vacío, intentando solo por esta vez no derramar lágrima alguna, pero me era imposible ya que mi dolor era inminente.

—¿Eres un asco, no es así?—me dije a mi misma frente al espejo.

Y ahí estaba, en silencio, con sollozos ahogados, como cuando alguien esta muriendo. Y nadie lo sabe, el dolor poco a poco me pudre por dentro. Y esa soy yo, la que finge que todo esta bien.

¿Tal vez fue mala idea asesinar a mamá, no crees?, esa voz.

Las risas, comentarios grotescos, se hacían presentes en mi mente. Y siempre me hacia la misma pregunta:

"¿Padre, por qué no aguantastes?"

Todo hubiese sido mejor si él estuviera presente a mi lado, su "princesita" pide a gritos morir, se siente vacía, sola, se decepciona así misma.

¿O tal vez necesitaba otro golpe de realidad para darse cuenta de que él ya no estaba?

Asco.

Asco.

Asco.

Eso y más, era lo que yo sentía por mi persona.

Suspiro.

Y entre tanto pensamientos basura las voces empiezan a preguntarme y a hacerme recordar de lo que alguna vez asegure ya no hacer:

"¿Por qué eres así?"

"Dijiste ya no volver a hacerlo."

"No eres mas que una vil mentirosa, que poco a poco se pudre entre tanta miseria."

"Eres una decepción y más."

"Estas totalmente sola, tal vez necesitaste aguantar un poco más, solo un poco más."

—¡Ya dejenme!—grito furiosa, quebrando el espejo con solo un golpe, dejando caer pedazos de este, los cuales algunos se sepultaron en mi débil cuerpo. Pero seguía viva, y eso me hizo enfurecer aún más.

Ya no podía más.

Mi momento fue interrumpido por unos golpes en la puerta, me alarme al ver la sangre que brotaba de mi cuerpo, mi mirada se posiciono en los pedazos de espejo regados por el suelo, y más al verme con los ojos hinchados, haciendo saber que no estaba bien.

—¿Te podrías apurar?—me pregunto alguien al otro lado de la puerta, era mi hermanastro, Alaric.

Alaric Couffaine, salidos del mismo orfanato, él fue mi única verdadera compañía en ese horrible lugar.

Con temor abrí la puerta del baño, suspire y sin más lo deje entrar, baje la mirada ante su reacción, haciendo que mi flequillo cubriera mi rostro completamente.

—¡Joder, Juleka!—grito en susurro, levante la mirada y con solo verlo me decepcione de mi persona aún más, en los ojos de él se podía presenciar el enojo, la preocupación, la decepción.

—Yo...

—No pronuncies ninguna palabra—dijo seriamente, rápidamente me atrajo hacia él y quito aquellos pedazos de vidrio que quedaron enterrados en partes de mi cuerpo, rápidamente se fue, creí que ya no regresaría, pero me equivoque, él regreso, pero esta vez con unas gasas, algodón y alcohol, sonreí débilmente.

—No sé como hacer esto...—pronuncio tartamudeando, me recordé que él tiene cierto miedo hacia la sangre, suspire apenada, él con mucho cuidado trato de sanar las heridas que me había ocasionado—tienes suerte de que nuestros padrastros no estén en casa.

Jadeaba por el dolor que sentía al ser curada, y al terminar un silencio demasiado incomodo se presencio, él me miraba serio, él rompió luego de un buen rato aquel silencio tan incómodo.

—¿Por qué?—pregunto con la voz quebrada.

No podía pronunciar palabra alguna.

—¿Por qué? —volvió a preguntar—me duele...me duele verte así...

Las últimas palabras me rompieron aún más, lágrimas brotaron de mis ojos, él suspiro y de su bolsillo saco un pequeño pañuelo, con delicadeza limpio mis ojos, reí ante su gesto.

—No fue mi intención...lo siento mucho...

Los brazos de mi hermano me rodearon, las heridas dolían, pero opte por no quejarme, necesitaba un abrazo, un consuelo, necesitaba a Alaric, mi hermano, y ahí mismo lloré dejando salir todo aquello que me torturaba.

—Tú eres lo único de valor que tengo, Juleka, por favor, no quiero, no quiero perderte...—dijo él en un hilo de voz.

—Y no lo harás.—dije muy segura de ello.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.—proseguí.

Y tal vez mi vida no era tan miserable como creía, lo tenia a él y eso bastaba, nos teníamos el uno al otro.

JulekaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora