-Deberíamos huir, estoy harta de todo, no sabes cuanto.
-¿Lo dices de verdad?-pregunta Alaric sabiendo en el fondo que lo era.
El pasado, el colegio, todo. Y es que lo que más le complicaba o que aun no se acostumbraba del todo era el colegio.
La gente hablaba de ella.
Sin pudor, hablan de ella, hiriéndole de la peor forma.-No quiero que te metas en líos, ¿vale?-le ordena el mayor, observándole con desconfianza.
La joven suspira.
-Yo no me meto en líos, sabes muy bien que no me llevo nada bien con las personas de ahí...soy una escoria ante sus ojos.
Y esa era la verdad, lastimosamente.
Era ya de noche, necesitaba un respiro de todo así que sin pensarlo tanto se decidió a salir, para su suerte vivía a cercanía del bosque, suspiro y le aviso a su hermano que saldría, él preocupado le detuvo pero tras una gran hazaña logre salir no sin antes escuchar la exclamación de Alaric de que se cuidara y agradeció por ello.
Realmente le gustaba hacer ejercicio, el recorrido que solía hacer todas las noches junto al bosque solía relajarle, apartándole de toda preocupación.
Y era gracioso, tenia miedo de andar por la casa porque sentía que Sean rondaba por ahí, pero ya afuera no, no le daba ninguna pizca de miedo.
Pero, por alguna razón, aquella vez era diferente.
Llevaba todo el día teniendo una extraña intuición, no sabría decir de que trataba, el presentimiento de que algo había pasado en su hogar fue descartado ya que minutos antes se aseguro que todo estaba en orden y que su mismísimo hermano estaba del todo bien. Se detuvo en seco, intuía que algo no marchaba bien, y sabia que era ridículo, no tenia explicación para aquella sensación, y no podía evitarle. Tenia que llegar a cada cuanto antes y comprobar que todo estaba bien, agradeció no estar del todo lejos, dio media vuelta y ahogo un grito, era él, el chico Barbie.
Pero no era el momento de detenerse, le rodeo y corrió hacia su hogar.
Cuando llego por fin, el corazón estaba al borde de estallarle por el esfuerzo y corrió hacia la entrada, se detuvo para recuperar el aliento, luego corrió hacia la puerta de la entrada, la hallo entreabierta y entró. «Seguro y la dejo así para que entrara con facilidad, aunque le he dicho que sea cuidadoso», se dijo Juleka, intentando calmarse.
Algo le detuvo.
Ningún sonido, en apariencia todo parecía normal. «Tal vez Alaric este durmiendo», se dijo Juleka, intentando darle entrada a lo que era lógico.
Se oía el murmullo apagado del televisor, pero el ambiente era extraño, Juleka arrugo la nariz, algo estaba mal, temblando, entró en el salón. Alaric descansaba en su sofá favorito, frente al televisor, de espaldas a él.
-¿Alaric?
No hubo respuesta, rodeó el sofá y, tras un breve instante de vacilación -duda, titubeo, indecisión -, miró a su hermano a la cara.
Estaba inmóvil, pálido, con los ojos abiertos como platos, desenfocados, mirando hacia la nada.
Detalló la cortada que recorría su nuca.
Las pesadillas no solo se pueden vivir con los ojos cerrados.
Alzó sus manos para enrollar su propio cuello, era notorio que estaba ahorcándose.
Pero alguien le detuvo sin percatarse del cuerpo sin vida, era Adrien quien con fuerza le exclamo:
-¡No!
Juleka estaba llorando, perdiendo el control. Cerró sus ojos con fuerza y abrió la boca, sus labios temblaban, pero para mala suerte no pudo emitir ningún sonido.
Y fue cuando Adrien le vio de frente al que yacía sin vida en aquel sillón, algo golpeó sus pensamientos, quedo en shock.
La joven por un momento pareció detenerse, y su corazón con él: por un instante, de inmediato su mundo se tambaleó y empezó a girar a una velocidad abrumadora, se abalanzo hacia su hermano y le sacudió, tratando de que reaccionará.
El joven rubio al reaccionar tuvo el valor de pronunciar:
-Sabes que es inútil, él esta muerto, alguien lo ha echo.
-No quiero creerlo, ¡Alaric!, por favor, Alaric, despierta...
Su voz, por fin emitió un sonido, una palabra, pero se quebró con un sollozo aterrorizado. En el fondo presentía de quien había sido el culpable y le odiaba.
Intento llamar a la policía pero no había línea, rabia y desesperación, eso era lo que dominaba a la joven.
Enmudeció de pronto, porque había alguien al fondo del corredor. Alguien que no era el chico Barbie. Desconcertada. Los dos se miraron un momento. Era él, Sean, quien tenia una expresión dura y ligeramente burlona.
-¿Quién...quién es usted?-pregunto el ojiverde, confuso, temblando.
Juleka sintió que la sangre se le congelaba en las venas, todas sus intuiciones de que Sean rondaba cerca, eran ciertas, respiraba con dificultad, el joven ojiverde le murmuro una palabra audible solo para ella:
-Corre.
Seguido de esto el rubio le tomo de la muñeca y echaron a correr en dirección a la salida y la joven oyó gritar a su espalda, pero no se detuvo. Tropezó y cayó pero eso no le detuvo, Adrien le ayudo y juntos lograron salir de ahí.
Pero cuando estaban a punto de salir totalmente, sintió una presencia gélida tras ella, y se estremeció, sin poderle evitar. Se volvió lentamente...
«Te estaba buscando», se oyó una voz audible solo para ella.
-¡No!-exclamo la joven, agarrándole la mano al ojiverde con fuerza y se echo nuevamente a correr.
Aquello no era real, si bien lo recordaba Sean dijo que no podía asesinar a Alaric ya que le había tomado demasiado cariño, ¿y si no?, realmente no sabia los planes de ese hombre. Quiso gritar, estaban cerca de llegar a la ciudad, ya que habían corrido demasiado, pero entonces alguien tiró de ella y le tapó la boca.
Sintió que se mareaba. Su impulso fue echar a correr, pero no lo logro.
Juleka sintió unos dedos clavándose dolorosamente en su antebrazo y lo último que vio antes de que todo empezase a dar vueltas fue al joven ojiverde que se echo a correr, y ella sonrió, no quería involucrar a nadie.
°
[Puedo decir que esta corto y puede que lo sienta por ello, pero en realidad no, gracias por leer y disculpen la tardanza.]
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Juleka
Fiksi Penggemar-¿Es grave ser diferente?-pregunto el rubio ojiverde, Adrien. -Es grave forzarse a ser igual...-dijo la chica que lo acompañaba, Juleka. #767, asesinatos, 2019.