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Alexa

Restregaba la ultima prenda entre mis manos una y otra vez, como yo, varias mujeres se encontraban haciendo lo mismo a la orilla del rió. Pase mi ante brazo por mi frente para quitar el sudor del arduo trabajo bajo el sol, sonreí victoriosa como si hubiese ganado alguna batalla y coloque la prenda en mi canasto limpió, ahora solo debía regresar a tenderlo a mi casa.

—¿Has terminado? —Alice sostenía su canasto frente a mi, yo asentí levemente y apoye mis manos en la tierra impulsándome para colocarme de pie, espere a que mis piernas se acostumbraran a sostenerme nuevamente y estire mi espalda entumecida— Te compadezco, realmente es mucha ropa

—Es de mis padres y mía, es mi única labor en casa y debo hacerlo bien —me encogí de hombros soltando un largo suspiró, la verdad parecía de aquellas mujeres que tienen cinco hijos y vienen a lavar al rió, no sabia que tanta ropa usaban mis padres a la semana.

Sostuve mi canasto para ir a casa cuando un grito, no muy lejos, resonó en nuestros oídos. Varias mujeres jóvenes como nosotras retrocedieron preparándose para salir corriendo si la situación lo a meritaba. Alice y yo hicimos lo mismo instintivamente, no era débil pero supongo que esa seria la primera reacción de alguien al ver peligro frente a sus ojos, retroceder.

Habían dos hombres a unos cuantos metros, ambos cargaban grandes sombreros y su complexión no resultaba tan atemorizarte, lo único que parecía peligroso de ellos eran sus espadas colgando al rededor se su cintura.

—¡Son de esos Alexa!, tenemos que irnos —Me dijo mi mejor amiga al divisar como uno de ellos tomaba el brazo de la joven y la obligaba a ponerse de pie, la joven lloraba pidiendo ayuda pero las demás mujeres comenzaban a huir.

Odiaba a esos hombres, se creían con el derecho de ir y venir, tomar a las mujeres y no regresarlas. Apreté el canasto entre mis manos y con cuidado lo coloqué en el suelo, Alice me vio con semblante preocupado al saber lo que iba a hacer.

—Espérame aquí Alice —Ordené dejándola con la palabra en la boca. Corrí hacia los hombres que se acercaban a un par de caballos con la joven a rastras. Ellos parecieron escuchar mis pisadas pero cuando se dieron la vuelta ya era demasiado tarde.

Impacte mi puño en toda la mejilla del agresor que llevaba a la joven colgada del brazo, el hombre calló al suelo soltando una maldición a lo alto, no le había hecho mucho daño pero al menos había logrado que soltara su agarre de aquella muchacha quizá dos años mas joven que yo.

—¡Corré!— Le ordene a la joven que me miraba expectante con ojos cristalinos, ella asintió poniéndose de pie sin vacilar y aprovecho para salir corriendo.

Habia cantado victoria muy pronto y no pude ver al segundo de los hombres impactó su puño contra mi rostro, haciéndome caer al suelo.

La mejilla comenzó a dolerme con fuerza, mi boca saboreó el sabor metálico de la sangre emanando del interior de mi pómulo. Sabia que me estaba oponiendo a ellos pero al menos podían ser mas delicados ¡¿no?!

El primer hombre apenas y lograba comprender lo que había sucedido mientras que el segundo se acercaba a mi con aparente enojo. Retrocedí en el suelo tratando de buscar alguna forma de salir de estas, pero por mas que trataba, mi mente se había quedado estancada con la sonrisa del tipo al desenvainar su espada frente a mi.

—O-Oye, tranquilo amigo... no es como si les hubiese robado algo de su pertenencia

—Pero iba a serlo, supongo que podrás tomar su lugar —Lo que me ofrecía su mirada llena de deseo no era para nada atractivo, esos sujetos parecían, de al menos, cuarenta años.

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