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El hombre de tez pálida se volvió, mostrando las cicatrices que los años habían tallado en su rostro con suma delicadeza. Sus labios torcidos eran apenas visibles, lo que facilitaba que se abrieran con sencillez mostrando una fina linea de dentadura amarillenta.Sobre su mandíbula real caían los ralos mechones que había rematado de forma tosca, todos desiguales y grisáceo, visitando cada lugar de su rostro. Los ojos del anciano se alzaban imponentes sobre sus párpados caídos, recordándole al tiempo, que el nunca podría desgastar ese tono cobalto.

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