Mi madre siempre me contó lo hermoso que era ser bailarina, durante muchos años me dijo que era como volar, que cada vez que bailaba sentía como flotaba, como su alma dejaba su cuerpo y como se volvía otra persona, una mejor persona.
Me contaba de las numerosas veces que tuvo roles principales en sus presentaciones, de las veces que pudo compartir con el público lo que tanto amaba, también me compartió las veces que su sueño se veía imposible con cada obstáculo que se le presentaba.
Cada vez que me contaba sus historias, se le iluminaba el rostro.
Una lesión en la espalda acabó con su carrera, y por lo que me decía, no solo eso terminó. Esa lesión también mató su sueño, su ilusión.La inundó una tristeza tan profunda, que también dejó de hacer otras cosas que le gustaban.
Entonces conoció a mi padre, y comenzó otro sueño. Yo.
Por mucho tiempo no se cansó de decirme lo mucho que alegró su vida el hecho de que yo llegara.
Me metió a clases de ballet cuando era niña, me alentó y me acompañó todo el tiempo. Pronto, su sueño se convirtió en mío.
Al principio, las clases eran muy divertidas, había juegos y actividades.
Todos los días veía como las otras madres dejaban a sus hijas en las clases, esas hijas que por muchos años fueron mis compañeras.Mi madre volvió a embarazarse cuando yo tenía cuatro años, y al nacer, mi hermanita se volvió el centro de atención en mi familia. De pronto todo se trataba de ella y por mucho tiempo estuve celosa, aunque también me prestaran atención a mí, todo giraba en torno a ella.
Pronto creció y también la metieron a clases de ballet, y entonces las cosas volvieron a ser como eran. Aprendí a amar a mi hermanita y todo fue más fácil. Ahora ambas teníamos la atención completa de nuestros padres.
Cuando llegué a la pubertad, el ballet ya no era suficiente. Quise experimentar diferentes tipos de baile.
Dejé el ballet por un tiempo y probé diferentes disciplinas.
Cuando cumplí los 15, entré en una etapa de rebeldía y dejé todo tipo de baile.Eso no le gustó a mi madre, y todos los días me rogaba que regresara a clases. Mi hermana nunca dejó de bailar, y se volvió entonces el ejemplo que mi madre usaba para que yo volviera.
Lo hice un año después, regresé a clases de ballet, y las cosas eran diferentes ahora, era un nivel más avanzado, pero era el mismo nivel en el que estaba mi hermana.
Al principio, sentía como si yo viviera bajo su sombra y eso ocasionó muchos problemas dentro de casa. Muchas peleas. Con ella, con mi madre y en ocasiones con mi padre.
Me puse al corriente pronto, me esforcé el doble para alcanzar a mi hermana. Recuperé mi fuerza, mi elasticidad y entonces, los problemas terminaron.
Disfruté tanto el proceso, que ese sueño de ser bailarina renació en mi. Y entonces llegó el momento de dejar mi casa y perseguirlo.
Entré a una escuela donde tomé clases de todo tipo de baile. Crecí y maduré al pasar los años.
Completé la carrera de ballet a los 23 años y entonces entré a una compañía profesional.
Eso hizo que mi madre se sintiera orgullosa y que mi hermana se sintiera motivada para seguir mis pasos.Hubo fracasos y logros a lo largo de mi juventud en la compañía, hubo envidias, peleas y amistades. Como muchos bailarines, tuve lesiones. Nada grave, pero igual se convirtieron en obstáculos que en ocasiones, retrasaron mi avance.
A lo largo de mi vida aprendí que ser bailarina no solo significa hacer pasos, o solo ir a clases, o ser excelente alumna y ser mejor que todos.
Aprendí a ser interprete, aprendí a disfrutarlo, a equivocarme y a levantarme, aprendí que el baile ayuda a expresar emociones, aprendí que se necesita valor, amor y dedicación para lograr ser un buen bailarín.
Mi madre siempre me contó lo hermoso que era ser bailarina, durante muchos años me dijo que era como volar, que cada vez que bailaba sentía como flotaba, como su alma dejaba su cuerpo y como se volvía otra persona, una mejor persona.
Me contaba de las numerosas veces que tuvo roles principales en sus presentaciones, de las veces que pudo compartir con el público lo que tanto amaba, también me compartió las veces que su sueño se veía imposible con cada obstáculo que se le presentaba.
Cada vez que me contaba sus historias, se le iluminaba el rostro.
Gracias a mi madre, aprendí a volar.
Me convertí en maestra de ballet, y ahora depende de mí lograr que niñas pequeñas aprendan a amar el baile y cumplan sus sueños como yo lo hice.Depende de mí, como me enseñó mi madre, enseñarle a mis hijas el verdadero significado de aprender a volar.
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Short Stories.
Fiksi RemajaCortas historias que incluyen a muchos de tus artistas favoritos. Amor, Comedia, Drama, Suspenso y mucho más. Sumergete en estas pequeñas historias y deja que tu imaginación vuele. Disfruta! TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS. (No todas las historias...