Pelirrojas y lindos italianos.

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Sara:

No me debería afectar tanto el hecho que Dylan piense tal cosa, no es el primero en pensar tal cosa y puede no ser el último, pero su comentario fue un golpe bajo, ¿aprovecharme de Lulú? Jamás podria hacerlo, ella es una persona tan dulce y que tiene un corazón de oro, nunca haría tal cosa, pero no puedo esperar que un desconocido tenga una opinión diferente y mucho menos alguien que tiene el ego y vive en su propia estúpida burbuja.

El enojo me invade cuando recuerdo sus palabras y hago uso de todas mis fuerzas para ignorar el nudo que se forma en mi garganta, no pienso derramar una lágrima por ese cavernícola idiota y mucho menos en mi oficina. Cuando miro mi reflejo en el espejo del baño no puedo evitar sacudir la cabeza, no voy a dejar que nada me haga dudar de mi misma. Ya no más.

Mi hermana y yo no tuvimos una buena infancia, ni de cerca, yo cometí muchos errores, la herí pero aprendí de ellos, no voy a permitir que su comentario juegue con mi mente, así que le demostrare a ese cavernícola quien soy realmente.

Camino de vuelta a mi oficina, trabajo en una pequeña oficina encargada del desarrollo web y yo me encargo del diseño de páginas webs, cosa que me encanta pero hoy se me ha vuelto imposible concentrarme correctamente y para el almuerzo me doy por vencida, decido ir a comer con Adam, quien es uno de los desarrollares de la oficina y posiblemente mi mejor amigo:

—¿Entonces?

—Entonces ¿Qué? Nada.

—Oh vamos, Sara. No soy idiota y tu haz estado de un humor de perros todo el día. Dime quien se comió tu cereal esta mañana.

—¿Qué? ¿Mi cereal? —rio ante su comentario. — ¿Tienes cinco años?

—No, solo un niño en casa que repite como un loro, así que Víctor y yo no estamos maldiciendo. —Adam y Víctor son la pareja más dispareja del mundo. Adam es un hombre de negocios, con un aire de nerd y que nunca deja de estar impecable, mientras que Víctor es un artista, vive la vida hippie y no se toma las cosas muy en serio, pero desde que se conocieron fueron el uno para el otro y hace un año decidieron agrandar su familia, con un lindo pequeños que los tiene a ambos de rodillas. —Suelta prenda, bonita.

—Nada, solo que este Dylan, hizo un comentario que me sentó mal. Me descoloco. —dije entre bocados de mi ensalada.

—¿Dylan?

—Si, es el sobrino de Lulú. Vino de sorpresa ayer y vaya sorpresa. —aprovecho y le cuento toda la historia. Pareciera que nos conocimos hace años y no hace un día. —Desde un principio un imbécil.

—Dylan el imbécil, ya entendí. —me mira de forma extraña.

—No, Dylan el imbécil cavernícola. —Corrijo—Me hierve la sangre cada vez que recuerdo que me llamo interesada. ¡A mí! A demás tiene el complejo de pensar que todas se mueren por él.

—Y tu no.

—No. Es, es...—No logro encontrar las palabras para describirlo.

—Tranquila. —Me rodea con su brazo atrayéndome a él. —Deberias invitarme a cenar para conocerlo, es decir, debo ver en persona que tan imbécil es y así proteger a mi reina, ¿no?

—Puedes pasar mañana si quieres, hoy ya quede.

—¿Con quién? —Ambos estamos parados en las puertas de mi despacho— No sabia que estabas viendo a alguien.

—Es que no lo estoy. —niego. —¿Recuerdas a Matt?

—El perfecto ejemplar italiano, no le digas a Víctor que dije eso.

Un cavernícola enamorado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora