Capítulo IV • La Vanguardia

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Callejón Diagon, Londres
23:16 PM

—Gracias. —Agradeció Gideon sonriéndole divertido. No parecía que estuviera haciendo una ronda nocturna, caminando con una chica menor de edad por una vacía calle hacia un banco mágico.

Bueno, no cualquier banco mágico puesto que Gringotts era el único banco de los magos. De igual forma, nada parecía ser cierto, y ya no eran imaginaciones suyas ni rastro de ecos. Era la realidad; la realidad que tenía que aceptar.

—Gracias a ti por acompañarme. —Dijo Iris completando una frase larga por fin.

—Bueno, para eso esta mi trabajo: sirvo para ayudar a la gente. —Le dijo él guiñándole un ojo como si aquello fuera un secreto que solo ellos conocían.

—¿De verdad? ¿Ayudas a entrar en el callejón Diagon todas las noches a alguien perdido? —Dijo Iris intentando pensando en otros temas. Tenía que aplacar el tema de su familia y ella misma para otro momento. Antes debía llegar a la cámara 112 y ver que le esperaba ahí por parte de T.

—Lo cierto es que no, ¿sabes? La gente no está tan activa como antes, todo el mundo se esconde. —Le explicó Gideon a medida que pasaban frente a una extravagante puerta llena de cascabeles—. Mi departamento ahora trabaja mucho más que antes, estamos todo el día activos. No suelen tocarme las guardias nocturnas, de ellas se ocupa mi hermano.

Iris asintió pensando bien a fondo en todo lo que le contaba Gideon. Odiaba su suerte, la odiaba a muerte por haberle hecho aquello. Inspiró con fuerza, haciéndose oír porque Gideon la miró de reojo, pero Iris tenía su atención centrada en la monumental edificación de mármol que ascendía al final de la calle frente a ella.

Era Gringotts; de nuevo, algo más bonito que como se lo habían pintado en las películas. Se asemejaba más a la descripción del libro. Era precioso, pero sus nervios no le dejaban admirar con naturaleza esa belleza, por no decir que con la lluvia era casi imposible ver alguna forma que en otra ocasión hubiera alcanzado al dedillo.

—Ya veo. ¿Trabajas en el Ministerio de Magia? —Aventuró Iris para darle más realismo a la conversación, o más bien, para que Gideon no sospechara de sus circunstancias.

—Sí, en el Departamento de Aurores. —Contestó él orgulloso de sí mismo, pero Iris le vio la sombra de algo más, como si trabajara en un segundo sitio que debía ser secreto.

No preguntó, prefería no pasarse de lista. Además, él era como la policía mágica, si descubría algo raro sobre ella podría llevarla ante sus jefes en un abrir y cerrar de ojos.

Continuaron caminando en silencio, entre la oscura calle y frente a las exóticas tiendas mágicas. Ella siempre había querido vivir en un mundo igual que ese, un mundo espléndido donde todo fuera bonito, incluso el más insignificante gesto. Pero, había ido a parar a ese mundo descrito, mientras este estaba puesto patas arriba.

Repitiéndolo, Iris odiaba su suerte más que nada.

—Oye, por cierto. —Dijo de repente Gideon girándose a mirarla curioso.— No me has dicho como te llamas.

Iris arqueó las cejas dándose cuenta de que habían estado hablando mientras se conocía el nombre de uno de ellos. Colocó mejor el paraguas, y contestó.

—Me llamo Iris Bakri. —Dijo Iris en voz casi baja, cuando tuvieron el edificio de mármol ya enfrente, alzándose sobre ellos imponente.

—Que nombre más peculiar. —Pensó Gideon saliéndose de la fortaleza del paraguas y subiendo los escalones de mármol.

Evanescence |Época De Los Merodeadores|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora