Estoy soltero

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Me levanté desganada, no sólo porque odio trabajar sino porque odio a las personas. No es que las odie odie, es que cuando eres mesera tienes que aguantar cada cosa... Fui al cuarto de baño y me di una ducha rápida, en la habitación que hacía de apartamento, me vestí unos jeans ajustados y una blusa blanca que se me pegaba a la piel. Dejé mi pelo suelto, metí mi uniforme en el bolso y me dispuse a salir.

Caminé una cuadra hasta la parada del auto bus y adivinen qué: no llegué a tiempo.

- Genial, ahora el señor espanto me va a llamar la atención. - El señor espanto en realidad se llama Antonio Valera y es mi supervisor, lo de espantoso es por su cara regordeta, su bigote parecido a la cola de una ardilla y su enorme verruga que tiene justo debajo del ojo izquierdo y que además tiene pelos, ¡Ew! Me da grima de sólo pensar.

- ¿Señor espanto? - Me sobresalté, no había notado que tenía compañía. Le miré un instante, era un tío de unos treinta y tantos, vestía un traje y tenía el pelo peinado hacia atrás con mucho cuidado. Unos mechones canucos que le hacían ver sexy, no pude evitar hacer un gesto de incomodidad. Dios hablé en voz alta, ¡Y frente a un tiarrón!

- Estoy soltero. - Me dijo sonriendo, "dioses que sonrisa más..." Idiota ¿Por qué asumía que estaba interesada?

- Yaaa... - Le dije en un tono que decía "estás chiflado" o "eres raro".

- Es en serio, lo de que estoy soltero... En fin, me llamo Ignacio. - En lo que intentaba asimilar lo que aquél tío buenorro me dijo, llegó mi autobús por lo que sólo alcancé a decir:

- Hola Ignacio... - Todo el camino hacia la cafetería "Deli's" en donde trabajaba me lo pasé intentando descifrar qué había sido aquello... "Me llamo Ignacio" Su voz tan varonil y su sonrisa arrogante estaban en mi cabeza, esa es la razón por la que me pasé mi parada y me vi obligada a caminar media cuadra hasta la cafetería.

Cuando llegué me fui directa al baño a ponerme mi uniforme el cual consistía en una falda hasta el muslo, una camisa de manga corta y un delantal, el delantal era blanco, el resto del uniforme era rojo vino a juego con la decoración del local (Sí, acabo de insinuar que somos parte de la decoración).

- ¿En dónde estabas?

- ¡Mierda! ¿Podrías dejar de hacer eso? - A Irina mi compañera de turno le encantaba asustarme, no es porque sea despistada y cualquiera se puede acercar a mí sin que lo note, simplemente tiene la manía de acercarse por detrás tuyo, sigilosa y luego hablarte de repente.

- El señor espantoso está de un humor de perros, y tú me dejas aquí solaaaa. - Será dramática esta chica.

- Espanto siempre está de mal humor. - Dije poniendo los ojos en blanco, mientras terminaba de recoger mi cabello. - Es que me dejó el bus...

- Mm ¿Has visto al chico nuevo? Está como quiere.

- ¿Para ti? Todo el mundo. - Le dije, Irina puso los ojos en blanco, sabe que es la verdad se encuentra atractivo a lo que sea.

- Cuando le veas me darás la razón.

- Vaaaale. - Salí de allí y me dispuse a hacer mi trabajo, la señora de la mesa tres era habitual. Siempre pedía café y donuts, por eso cuando la vi entrar ya sólo me faltaba servir su café y llevarlo.

- Oh, buenos días. - Me dijo con una sonrisa, lo bueno de conocer a tus clientes es ver el agradecimiento en sus caras.

- ¡Buenos días! Disculpe, me he tomado el atrevimiento de traer lo de siempre ¿Gusta de algo más?

- No cielo, gracias.

- A usted. - Le hice un asentimiento y me fui a buscar otro pedido, miré al chico nuevo liado con los pedidos.

- ¿Necesitas ayuda? - El muchacho me miró un instante... Irina tenía razón, era guapo aunque no como Ignacio, éste era más bien torpe y tierno a la vez sin embargo Ignacio era por demás sexy.

- Está bien, lo admito soy un torpe. - Le miré sorprendida, sentí como si espiaran mis pensamientos. - Acepto la ayuda.

- Oh, ¡claro! - ¿Pero qué estoy pensando? No lo he dicho en voz alta.

Me pasé la mañana ayudando a Dereck (el chico nuevo) con los pedidos, lo bueno es que aprende rápido y ya para el descanso estaba cogiéndole ritmo.

- ¿Podrías atender un par de pedidos? Necesito comer algo. - Excusa de mi compañera para salir a fumar.

- Faltan veinte minutos para almorzar ¿No puedes esperar? - Irina me miró mal, pero accedió. No entiendo por qué la gente sucumbe con tal facilidad a los malos hábitos.

- ¿Y? - Me miró inquisitiva, decidí ignorarlo.

- Y... ¿Qué?

- Dime qué opinas sobre el nuevo.

- No sé qué quieres que te diga, ah y no es el nuevo, es Dereck.

- ¡Uy! Ya te sabes su nombre. - Dijo alzando las cejas insinuante, rodé mis ojos.

- Lo tiene grabado a la camisa, igual que nosotras ¿Ves? - Le dije apuntando al lado izquierdo de mi pecho, en donde decía mi nombre.

- Eh, ¡ustedes dos! - Oh no, el señor espanto viene hacia nosotras con mala leche. - Han llegado clientes nuevos, ¡A lo vuestro! - "Pero, es nuestro descanso" (pensé).

- Estamos en nuestro descanso. - ¡Así se habla Irina! El señor espanto se quedó viéndola un instante sopesando sus palabras, y creo que le dio la razón porque acabó mandando a Dereck a por los pedidos.

Cuando por fin llegué a casa los pies me dolían, me di un baño y calenté un baso de sopa, y me puse a ver tv hasta que me quedé dormida pensando en sólo dos palabras "Estoy soltero".

PlatónicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora