Al llegar la noche durmieron en un hotel de camino, más por cuidar a Jimin, que por cansancio de los lobos. Era una suerte que el Alfa, al haber sido padre, sabía que no era lo mismo viajar con una pareja preñada, que con otra persona, así que había calculado los tiempo tomando en cuenta que al chico le daban ganas de ir al baño, las paradas para comer y los descansos ante los mareos del rubio.
Jimin protestaba por los constantes cuidados de su suegro y de JungKook, eran todas unas mamás gallinas por así decirlo. En una o dos ocasiones el rubio había visto las disimuladas risas de los centinelas que los acompañaban. Las risas pasaron a carcajadas al ver el lamentable cuadro que hacían los 2 lobos más grandes, tratando de hacer entrar en razón a un enfurruñado gatito, cuando en su forma animal Jimin se escondió bajo una cama. Todo por escapar de los asfixiantes cuidados de esos pulgosos sobreprotectores.
—Ven, amor— le rogo por enésima vez JungKook —No puedes quedarte toda la noche allí abajo— al tratar de meter la mano para sacarlo de allí, Jimin había mordido a JungKook, el chico no saldría de debajo de la cama hasta que le diera la gana —¿Si te prometo llevarte al restaurante y dejar que pidas lo que quieras, saldrás de allí?— uso su última carta el castaño.
Jimin se tomó su tiempo para pensarlo, la oferta no se escuchaba tan mal. Salir y estirar las piernas, además de lograr una buena comida, era suficiente para él, por ahora. Con la pancita contra el piso, se arrastró hasta salir del incomodo espacio bajo la cama. No hubo terminado de sacar la mitad del cuerpo cuando sintió los brazos de JungKook envolverlo, levantándolo en brazos.
—¿Por qué demonios los dioses te hicieron tan malcriado?— fue más una protesta que una pregunta. Tomando al gatito apretó con cuidado el pequeño cuerpito contra su pecho —¡Lo peor de todo es que te amo!
Todo enfado o molestia que en algún momento pudo sentir Jimin, se borró mientras su corazón se derretía como mantequilla. Era desconcertante como ese gran lobo podía reducirlo a un charco de miel con solo susurrarlo cosas tan linda en su oído. Él se sabía indefenso contra JungKook, amaba con todo su corazón a ese chico terco que jamás se daba por vencido.
El restaurante de carretera no era gran cosa, pero las hamburguesas estaban buenas y las papas fritas estaban pasables, o al menos eso pensó JungKook antes de ver como su pareja devoraba todo en su plato como si se tratara de un manjar digno de los dioses. El felino en su forma de hombre apenas llegaba a su altura pero su cuerpo era delgado, y frágil, pero las apariencias engañaban, era más grande por dentro que por fuera. Cuando no sufría las molestias del embarazo, comía como tres osos antes de invernar.
—¿Qué me ves?— preguntó Jimin mientras se chupaba la salsa de los dedos.
JungKook sentía que cada pasada de lengua se lo daba a su pene en lugar de a los dedos, estaba duro, transpiraba, estaba a punto de tomar a su pareja y llevárselo hasta la habitación del hotel para hacerlo suyo sobre la primera superficie plana que encontrara.
—¿Lo haces apropósito, verdad?— gimió JungKook apretando su pene sobre su pantalón y no sea notorio su erección. La sonrisa en la cara del felino no tenía nada de inocente.
—No puedo creer que me creas capaz de algo como eso— le guiñó un ojo mientras sorbía con la pajilla el contenido de su vaso —Si por mi fuera me metería por debajo de la mesa para disfrutar de ti y beberte hasta la última gota— JungKook por poco se ahoga con el bocado de pollo que estaba intentando comer en ese momento.
—Vas a matarme— protestó mientras trataba de calmar la tos.
—No— se encogió de hombros Jimin mientras observaba a los otros comensales que había en el pequeño establecimiento —solo quiero que me hagas el amor... Nunca lo he hecho en un hotel de carretera.
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Cuando el lobo atrapó a su gato #1 →kookmin
Fiksi PenggemarJimin y TaeHyung, son gatos montés. Jimin es el mayor y está cerca de su primer celo. En un accidente conoce a JungKook que es un lobo, lejos del territorio de las manadas de ambos. Y comienzan un viaje para regresar a sus hogares. En el camino el l...