16.

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F L A S H B A C K.

Tenía ganas de tirarlo todo por la borda, que si matemáticas, que si no entendía, que si mis compañeros no cerraban el puto pico de una jodida vez, que no se qué. Pero estabas ahí para "arreglarlo" todo. Cuando sabes perfectamente que soy un borde de cojones, que no soy el mismo de hace un par de años, cuando reíamos de lo que sea, cuando te decía te quiero de una forma sincera y cálida.

"—¿Puedes sonreír al menos un momento?— me suplicaste.

—¿Y tú puedes dejarme en paz?— te respondí."

Suspiraste, frustrado.

Sabía que la había cagado de nuevo pero me daba jodidamente igual, me sentía vacío, sin alguna motivación para seguir adelante.

Querías tratar de subirme el ánimo con tus estúpidos chistes, haciendo muecas o simplemente tratando de ayudarme con matemáticas. Un largo tiempo de intentos fallidos pero se te fue la mano metafóricamente y literalmente.

Me pegaste, como varias veces pero esta vez era con más fuerza de lo normal, un golpe que no tolere. Me levantaste la mano y me recordaste a mi padre, a mi madre y esas aquellas noches que yo acababa con moratones entre sollozos debajo de mis sábanas.

"—¡Puedes de dejar de pegarme! — dije de manera en la que nosotros dos solamente pudiéramos oír.

Estalle.

—Como sí tú no me hubieras pegado.

—Sí, pero no de esa manera bruta.

—Venga.—reíste sin gracia.

—Estoy harto de tus estupideces, estoy harto de ti y de todos. Déjame puto en paz. Prefiero sentarme en cualquier asiento menos a tu lado, no te soporto.

Me levanté y me cambié de asiento para ver mejor el pizarrón.

1...2...3... Sollozos.
Me di la vuelta y eras tú llorando. Suspiré y volví a mirar el pizarrón como si nada.
Todos se voltearon a verte y automáticamente a verme a mí y al estúpido show. Pararon la clase pero tus lágrimas no.

"—Rubén, ¿que ha pasado?— preguntó el profesor."

No respondí. Seguí mirando el pizarrón en mente blanca, sin alguna expresión en mi cara.

Saliste del salón junto al profesor.
Y como no todo el peso vino a mi.

"¿Qué pasó? ¿por qué Mangel llora? ¿que le has hecho? ¿que le has dicho?" y millones de preguntas más se decían de la punta a la otra.

Volviste cuándo tocó el timbre de salida. Nadie decía nada, parecía un puto funeral.

Y lo era, una de tantas a decir verdad. Estaba enterrando lo que construimos en mucho tiempo sin ser consciente del daño que te hacía, que me hacía. Te dejaba sin aire mientras yo gozaba de estar muriendo.

Mangel, a veces, no puedes arreglarlo todo. No puedes reparar lo que ya está roto.

...

Lo siento, Mangel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora