II. Sospecha

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—¡¿QUÉ?! ¿LES DIJISTE QUE SÍ?

John tuvo que cubrirse los oídos para que el grito de su amigo no lo dejara sordo. Entendía su reacción, pero no justificaba que le vociferara como si él fuese un niño de tres años que acababa de confesarle una travesura. Aunque debía admitirlo, si existía una persona a la cual podía contarle y confiarle todos sus problemas, sin duda ese era Gregory Lestrade. Ambos vivían en el mismo complejo de apartamentos. Lo conoció dos años antes cuando se mudó ahí y Lestrade se presentó como su nuevo vecino, le pareció una buena persona y a pesar que Greg era unos años mayor, compartían el gusto por el rugby y el futbol. La amistad surgió al instante. Y esa noche necesitaba a alguien para platicar sobre su crítica situación.

Después de salir del hospital, y despedirse de la familia Holmes, no fue directo a su propio apartamento, caminó un par de metros más y tocó en la puerta de su amigo. Necesitaba urgentemente un trago –no que estuviese acostumbrado a ello–, desahogarse. Lestrade no dudó en hacerlo pasar, cuando John se terminó el vaso de whisky le contó todo.

—No pude negarme, Greg —admitió nervioso—. Ellos creen que realmente vamos a casarnos. Debiste ver la cara de su madre, ella está esperanzada por una relación que no existe. ¡Soy un idiota!

Greg negó varias veces mientras tomaba el contenido de la botella de cerveza en un solo trago. Ciertamente intentaba comprender las acciones de su amigo. Nunca había visto al tal Mycroft Holmes. Su horario de trabajo en Scotland Yard era diferente al de John, él entraba a las siete de la mañana y no podía acompañar a Watson a la cafetería –el único lugar donde John lo veía. Así que no entendía la obsesión de John por un tipo del cual solo sabía su nombre. ¿Qué tenía de especial ese sujeto? Greg lo ignoraba por completo. Sin embardo esa misma mañana, por azares del destino, su amigo acabó salvándolo de unos ladrones y quedó comprometido. La vida era bastante absurda en ocasiones.

—Bien, entonces vas a ir con los Holmes. ¿Y luego qué? ¿Cómo saldrás del problema?

John encogió los hombros.

—Son dos semanas, estaré con ellos al menos hasta que él se recupere y luego... ¡Por Dios, no lo sé! —Sentía que el mundo le caía encima. Debía verle el lado positivo, al menos sabría más de la vida de Mycroft. Miró a Greg y tuvo un poco de esperanza—. ¿Acompáñame?

—¡Estás loco! Yo no voy a ser parte de ésta farsa.

La negativa de Greg fue tan rotunda que no le dio la oportunidad de preguntar otra vez. Soltó un suspiro, miró al techo y se recostó en el sillón.

—También tendré que hablar con Sarah.

Greg palmeó el hombro de John en muestra de solidaridad. Realmente esperaba que la situación no empeorara.

...

Contarle a Sarah del accidente fue fácil, mentirle al decirle que fue su "novio" el agredido y necesitaba pasar tiempo con su familia, también. Ella no pareció muy convencida al principio, pero al final le creyó y aceptó dejarlo ir por dos semanas. Desde su ingreso a la clínica no había tenido vacaciones, él deseaba trabajar lo suficiente para pagar sus deudas, así que ella decidió recompensarle el tiempo que le debía. La ayudó como siempre y salió más temprano. Al llegar a casa preparó una maleta pequeña –tampoco tenía muchas cosas–, a las dos de la tarde el señor William pasó a recogerlo. Fue un viaje tranquilo, el señor Holmes era de las personas que no hablaban mucho y preferían escuchar la radio mientras manejaban. A John le agradó no ser bombardeado por un motón de preguntas; se concentró en mirar por la ventana. La ruidosa cuidad quedó atrás y los extraordinarios paisajes campestres empezaron a darle la bienvenida. Un par de horas después esos campos verdes fueron perdiéndose entre la oscuridad de la noche.

En un veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora