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Amanda entro a su casa cerrando detrás de sí con seguro, retiro los zapatos de sus pies dejándoles deliberadamente en la entrada de su habitación, cada prenda de su vestimenta fue a parar al suelo cada que avanzaba en busca de algo cómodo para usar. Cerró los ojos a penas su cabeza toco la almohada relajándose por completo, decidida a tomarse el día siguiente como descanso por haber llegado a la una de la madrugada a su casa apago cualquier alarma de su teléfono celular y se dispuso a dormir.

Hipno se sentó al borde de la cama pasando suavemente la mano por el rostro de la joven memorizando este mismo, cada facción de su delicado rostro demuestra cuán parecido a Eleos tiene. De pie al otro lado de la cama Ker y Tánato observan en silencio cada movimiento de su hermano.

Es raro ver a Tánato trabajar con Hipno, como aun más raro el hecho de que Ker les acompañe, pero aquella era una situación especial. Rara vez una descendiente directa de un Dios era encontrada a tan avanzada edad, usualmente se les encontraba a la corta edad de tres o cuatro años cuando mucho, y con rapidez se les unía a los demás Dioses mostrando sus destrezas. El último descendiente directo de un Dios fue encontrado hace más de un siglo, era hijo de Geras el Dios de la vejez y contaba con la destreza de la sabiduría de los años, en aquel entonces Geras en persona fue en su búsqueda.

Amanda se removió en sueños y despertó con la respiración acelerada, sus ojos aun cerrados percataron sobre ellos una mano, asustada se alejo moviéndose con agilidad hasta la mesa de noche y encendió la lámpara, su vista paro en el sujeto junto a su cama y en la mujer que le acompaña mas siguió hasta llegar al hombre que tenía su manos sobre su rostro.

— ¿Quiénes son? —Chillo apartándose lo más posible de Hipno pero no tanto como para estar cerca de Ker y Tánato—, váyanse o llamare a la policía

— No debes asustarte, hermana —Susurra con tranquilidad Hipno mirando fijamente a Amanda—. Necesitamos tu ayuda, por eso estamos aquí.

— ¿Quiénes son? —Repite con molestia.

— Yo soy Hipno. Ellos son Tánato y Ker —Presenta señalando a cada uno. La mirada de Amanda viajo de un lado a otro—. Estamos aquí porque necesitamos tu ayuda.

— Presencia —Corrige Ker mirando con indiferencia a Amanda—, no necesitamos su ayuda, solo su presencia.

Hipno guarda silencio observando con seriedad a su hermana.

— ¿Por qué? —Murmura apenas audible Amanda sintiéndose desesperada.

Antes era un hombre con pensamientos mórbidos que empezó a molestarla de un día a otro con una extraña pregunta siempre presente. Ahora eran tres sujetos que de la nada aparecieron y quieren que ella les acompañe. Es que realmente se acerca el fin de su vida. Acaso el hombre que la seguía solo estaba advirtiéndole. Un sinfín de preguntas nublo sus pensamientos olvidando por segundos el hecho de que tres personas de orígenes desconocidos estaban allí, en su habitación y hablaban con ella como si la conocieran de siempre.

— ... Eres hija directa de Eleos, nuestro hermano. Eso te convierte en la diosa del perdón y la misericordia —Explica con tranquilidad Hipno. Amanda reiría si tuviera la fuerza necesaria para eso, se sentía débil y algo cansada—. Hermana, debes acompañarnos.

Entonces Amanda supo que aquello solo era producto de su imaginación, debió estar tan cansada y asustada con todo lo que había sucedido que su subconsciente la llevaba a una realidad alternativa. Estaba soñando. Nada era real.

Recordó que de pequeña había oído vagamente hablar a su madre sobre dioses griegos, el tema le llamo la atención pero dejo todo eso de lado cuando su madre enojada la obligo a dejar de investigar sobre el tema. Y allí estaba, caminando justo detrás de Ker e Hipno y aun lado de Tánato. Según ellos su presencia era necesaria. Al ser Hipno dios del sueño, Tánato de la muerte sin violencia y Ker de la muerte violenta no cabía la posibilidad de que un mortal sobreviviera es por eso que ella los acompañaba, al ser la diosa del perdón y la misericordia es capaz de permitir el perdón de un mortal inocente así este librarse de una muerte o sueño profundo.

— Alejandra Suarez, 27 años. Thomas Fisher, 29 años. Atrapados en un tiroteo de bandas rivales —Menciona Hipno observando la escena desde lejos. Amanda frunce el ceño ante lo realista que se ve todo.

El sonido ensordecedor de las armas se escucha por toda la calle, aun estando ellos probablemente a un kilometro de distancia. Muchos hombres empiezan a caer al suelo, entre ellos la mujer mencionada por Hipno, había recibido un disparo y su pareja la sujetaba con firmeza tratando de alejarla de todo aquello. Las luces color rojo, azul y blanco empezaron a alumbrar por toda la calle, las patrullas policiacas estaban cerca.

— Es hora.

Por primera vez Tánato habla siendo el primero en acercarse a la escena. Muchos consiguieron escapar en vehículos pero otros estaban en el suelo muertos o probablemente desangrándose.

— Amanda ven —Ordena Ker mientras se acerca a Isabel y su pareja, ambos están manchados de sangre. Él por sostenerla. Ella por el disparo—. ¿Ella merece el perdón?

— ¿Qué? —Amanda ve fijamente a Isabel. Ker rueda los ojos con impaciencia.

— ¿Ella muere o no?

— ¡No! —Chilla dando un paso atrás. Ker asiente avanzando hacia un hombre cerca de un vehículo.

— ¿Él merece el perdón?

— Amanda —Interrumpe Hipno posándose aun lado de ella—, debes tomar sabiamente una decisión. Recuerda que tú eres capaz de permitir el perdón. Pero a un inocente, no a un culpable.

Su mirada viaja de Hipno a Ker luego desciende al hombre en el suelo. Aquel sujeto había sido uno de los culpables de aquel tiroteo entre bandas rivales. Se sintió en una encrucijada, jamás tomaría una decisión como esa a la ligera, no se sentía con el derecho de quitarle la vida a alguien pero aquello solo era un sueño. En nada iba a afectar su realidad, pensó.

— Él no merece el perdón.

De una patada Ker tumba boca arriba al hombre y sin piedad alguna lo mata. Amanda cierra los ojos encogiéndose en su lugar, aquello pasaba de ser un sueño a una pesadilla. Tánato no intervino en ningún momento como tampoco Hipno, la única eran Amanda y Ker. Amanda les negaba el perdón a todos ellos aunque muchos suplicaran, y Ker les mataba sin piedad. Al final un joven, tal vez de unos dieciséis años estaba sentado en el suelo recostado en el caucho de un vehículo cabizbajo.

— ¿Él merece el perdón?

— ¿Cómo te llamas? —Amanda se arrodilla frente a él sujetándole la cabeza con ambas manos.

— Sebastián —Consigue susurrar apenas, de su labio sale un hilo de sangre que mancha su camisa gris.

— ¿Qué hacías aquí, Sebastián?

— Yo... lo siento —Cierra los ojos empezando a llorar débilmente.

— Hipno, Tánato. Ayúdenlo.

Amanda se levanta esperando a que los gemelos hagan lo suyo. No le había concebido el perdón pero si una muerte tranquila sin dolor. Extrañamente no se sintió intrigada por todo aquello, solo dejo que ellos la guiaran hasta la próxima escena. Al momento de volver a su casa Hipno se sentó junto a ella en la cama y paso suavemente su mano por el rostro de la joven dejándola en un ligero sueño.

Cadaveria. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora