¡DEMUÉSTRAMELO!

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Kagome apareció en la estancia vestida con cómodo y fino kimono de tonos violetas, mezclando oscuros y claros tonos combinando perfectamente con su pálida piel y su negro cabello. A Inuyasha casi se le desencaja la mandíbula, de tanto abrir la boca, cosa que a Miroku le hizo mucha gracia...

- Sango, ¿me vas a contestar? ¿Por qué no los has echado?

Sango agitó su cabeza y volvió a concentrarse.

- Pues...- miró a los chicos- ... ¡ah! Sí, ¡porque son los dioses Kag! ¡Son Dioses!

Kagome soltó una carcajada haciendo que el peliplata saliera de su ensoñación.

- ¿Qué ha pasado?- susurró

Miroku solo rodó los ojos y se acercó a la morena.

- En efecto, somos dioses y estamos aquí para servir a ambas...-besó el dorso de la mano de la chica

Kagome lo miró con fiereza, no confiaba en extraños y menos en dos hombres que habían aparecido misteriosamente en su cabaña por la noche y en sus camas

- Sango, sal por la aldea, saluda a la gente y ayuda a esa anciana que tiene una terrible tos - dijo y se dio la vuelta acercándose a un baúl antiguo

La nombrada la miró confundida y se levantó siguiendo sus pasos.

- ¿Y tú?

La azabache enseñó una espada a todos los presentes y volvió a guardarla en su vaina

- Voy a averiguar si estos dos son kamis o no...

Miroku tragó saliva. Sango asintió y salió de allí dejando a esos dos pobres dioses a solas con su amiga. En cuanto Kagome quiso hablar, Sango volvió a aparecer:

- Perdona Kag.... pero pienso que si Kirara está contigo habrá más seguridad- confesó mientras la nombrada entraba en la cabaña.

- Sé cuidarme sola, Sango.- dijo mientras acariciaba al pequeño demonio- Pero gracias.

- No, si yo lo digo por ellos dos...- susurró, solo lo consiguieron oír los muchachos- Suerte chicos.

- Gracias- dijeron al unísono.

La morena al fin desapareció y Kagome los miró sorprendida

- ¿Cómo se llaman?

Inuyasha se quedó perdido en sus ojos marrones claros, color avellana. Ella lo había atrapado, siempre había soñado con estar así de cerca con ella... tal vez incluso un poco más cerca. Podía notar su dulce presencia, su fresco aroma y fantaseaba con alargar su mano para poder acariciar su sedoso pelo tan negro como la noche. Su vestido mal atado con sus mangas caídas hacía que su imaginación volara, pero estaba ahí, justo delante de ella

- Soy Miroku- habló el azabache al ver que su querido amigo y compañero no reaccionaba- Miroku, dios de la lujuria y el vino- sonrió de lado- a su servicio.

Inuyasha la miró a los ojos fijamente haciendo que la joven se asustara por su punzante mirada.

-Inuyasha, dios de la Guerra, yo entrené a Ares...

Ella asintió

- Seguidme...

Los dos jóvenes asintieron y Kagome los guió hasta un claro del bosque cercano a la aldea. Allí, se sentó en la hierba y les lanzó la espada que había cogido en la cabaña y otra más...

- Demostradme que soy dioses y luchad.

A Miroku le tembló el pulso.

- No estoy acostumbrado a luchar, mi vida como humano fue de rico, y como Dios fue de rico... también..

-¿Fuisteis humanos?- preguntó con curiosidad

Y es que ni siquiera para ella podía pasar por alto que sus esencias no eran humanas, aunque no lo admitiría frente a ellos.

- Yo fui gladiador, morí salvando a una niña que había caído a la arena... Todos los gladiadores empezaron a rezarme para que les salvara a ellos también... y así me convertí en dios...

Los ojos del peliplata habían cambiado a un dorado mucho más oscuro. Miroku soltó la espada

- Yo me morí de una enfermad incurable y repartí mi dinero en los barrios más pobres, la gente me rezaba para que la fortuna llegara a ellos... en todos los sentidos.

- ¿Por qué ahora no soy dioses?

- Si lo somos, pero ya nadie nos reza...

- Entiendo... pero, ¿por qué os volvéis esclavos si os llaman?

- Es la única manera de estar vivo, si no...

- Moriríamos- terminó Inuyasha y se acercó a ella.- Por eso, déjame servirte, Kagome

Guardianas De La Perla De ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora