Fin.

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- Hola... madre...- contestó Inuyasha entrando tras Kagome.

La joven se sorprendió y le miró confundida, él asintió con la cabeza.

- Venid aquí... acercaos.

Miroku entró junto con Sango y se acercó a la señora junto al ojidorado a aquella extraña mujer

- Kagome... – la llamó su amiga

- Tranquila Sango, si hace algún movimiento extraño...- susurró y levantó un poco su vestido dejando ver el filo de su espada

- Ya me extrañaba a mí que no llevaras alguna arma...

Las dos jóvenes miraron hacia delante

- Sango, perdón, debería de haberte apoyado al estar enamorada.

- No, perdóname tú a mí, nunca debí irme así como así...

Las dos se abrazaron

- Cariño, cuanto tiempo ha pasado ya... - susurró la mujer.

- Exactamente, mil años...

- Oh cariño, no has cambiado nada...- musitó mientras agarraba su cara con sus manos.

El ojidorado se sintió reacio ante la caricia de su "cariñosamente"

- Y tú Miroku... estás igual.- dijo acariciando su mano.

-Entiendo que esto era un castigo para tu propio hijo, pero ¿yo qué tengo que ver con eso? - le encaró

- Estaba llena de ira, vuestros padres no me quisieron dar el sitio que me pertenecía en el Olimpo, ustedes eran sus favoritos, sus hijos terrestres, sus guerreros valientes los cuales todo el Imperio temía y amaba... fue venganza. Fue por venganza- la mujer suspiró y se levantó del gran sillón.- Y, me he dado cuenta de que, no sirve de nada, ni el odio, ni la venganza, ni la ira son buenos consejeros...perdonadme, os pido perdón por no ser la madre ejemplar para ti, Inuyasha, ni una Diosa amable para muchachos como tú, Miroku... por eso, deseo deshacer la maldición... porque debéis de ser libres y, porque habéis encontrado el amor verdadero, ambos.

- ¿Y qué te hace pensar que yo estoy enamorado de Kagome? Este se ha casado pero yo no tengo nada con ella

- ¡No te gusto idiota!- exclamó Kagome- Y yo que pensaba volver a besarte cuando esto acabara...- susurró

El corazón de Inuyasha dio un vuelco.

- ¿Quieres volver a besarme...? - preguntó acercándose a ella

- Quiero hacer más que eso...- susurró

- No diga eso, Kagome...- habló Miroku- puede desmayarse...

- ¿M-m-m-más?

Ella asintió sin tomar en cuenta la advertencia del ojizarco. El peliplata se acercó a su madre.

- ¡Si, claro! ¡Estoy enamorado de Kagome!

La joven se rio

- Me tienes que enseñar a hacer eso.-dijo la morena.

-Bien- habló Izayoi con un tono fuerte- Yo, Izayoi, hija de Makai y Lamar, esposa de Inu. Deshago el maleficio que conjures hace mil años contra estos dos jóvenes, que vivirán en libertad de ahora en adelante...

Empezó a mover las manos mientras palabras inteligibles salían de su boca. En las muñecas del azabache aparecieron unas esposas que después se rompieron desvaneciéndose. En el cuello el peliplata apareció una correa metálica que terminó por desaparecer.

- ¡Yo os libero! -gritó haciendo que una luz los cegara, para después desaparecer.

Miroku se giró y abrazó a su mujer. Kagome corrió hacia Inuyasha.

- ¿Estás bien?

El chico agarró la cara de la sacerdotisa y besó sus labios con fervor para después sonreír.

- Mejor que nunca... te amo, Kagome...

La chica lo abrazó y escondió la cabeza en su pecho

- Inuyasha, te amo.

Guardianas De La Perla De ShikonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora