Al día siguiente, el titiritero estaba emocionado por el funeral, así que se vistió y salió.
Estaba escondido entre las cientas de flores que habían en el velatorio y esperó a los familiares.
Su felicidad aumentaba a cada segundo, al ver los ojos rojos de tanto llorar, de los familiares de Zal. Veía pañuelos, ropa negra y lágrimas. Todo lo que a él ponía feliz.
