Karma (infinito) - Azura (0)

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Hoy es Martes, 13 de Julio, y son las 22:30. Ha pasado una semana desde que mi familia vino a visitarme y ha sido la peor semana de mi vida, vamos, una semana de mierda, literalmente. ¿Os acordáis de que tenía una entrevista de trabajo? Pues la única buena noticia es que me cogieron sistemáticamente y que ese mismo día empecé a trabajar; ¿lo malo? Cada minuto que ha pasado desde aquel día hasta hoy.

Bien, empecemos por el principio... Era la mañana de la entrevista y, como era de esperar, estaba muy nerviosa y, como volvía a ser de esperar, ya me levanté con el pie izquierdo, con cinco maldiciones, con el mal de ojo echado y con todo lo malo que se os pueda ocurrir. Menuda mierda de mañana. Pero no no no, nada iba a estropearme esa tan esperada entrevista en aquella prestigiosa clínica, así que decidí levantarme de la cama a pesar de que todas las señales me indicaban que se aproximaba un auténtico desastre. Una vez vestida y preparada, me despedí de Tara y me fui directa al coche... No, no puede ser. Esto debe ser una broma... ¡Tengo pinchada una rueda! Vale, que no cunda el pánico, tengo todas las herramientas que necesito y he visto mil veces en las películas cómo se hace, además de al mecánico macizo que me arreglaba el coche cuando vivía con mi familia – aunque no sé si eso cuenta, dado que no podía hacer nada más que mirarle el culo – así que puedo hacerlo. Al final tuve que llamar a Adam y que me la cambiara él, dado que ya llevaba 3 intentos y estaba de mierda hasta el cuello. Me metí en el coche y puse rumbo a mi destino; destino al que llegué como 20 minutos tarde porque como la vida me quiere tanto... pillé un tráfico de cojones. Para cuando conseguí aparcar, me acerqué a una chica muy mona para preguntarle si ya me tocaba, a lo que ella me miró con cara de ¿de qué manicomio se ha escapado esta tía? Y, ¿queréis saber por qué? ¡Porque me había equivocado de edificio! Pero no es que hubiera ido al edificio de al lado, no... Es que el edificio donde me tenían que entrevistar, hacía un buen rato, estaba a cuatro manzanas. ¡¿Qué más me puede pasar?! La verdad es que ahora que lo pienso, me arrepiento bastante de haber pronunciado aquellas palabras, porque creo que convoqué al mismísimo satanás.

Conseguí llegar, pero mi suerte todavía no quiso pronunciarse, así que resultó que mi turno se había pasado hace rato y había perdido mi oportunidad... O esas fueron las palabras que salieron de la boca de la recepcionista, aunque como ya os esperabais, no hice ni puñetero caso a lo que me dijo y me presenté en el despacho de la directora, así, con toda mi cara y mis pelos despeinados por la carrera que me había metido minutos antes. ¿Cuál fue mi sorpresa? Margarita Marrow. Sí, lo sé, os habéis caído de la silla. ¿Cómo coño iba a conseguir un puesto de trabajo allí si la jefa resultaba ser mi ex psicóloga, aquella psicóloga a la que mi familia casi cuelga del techo por haber "provocado" que me largara, cosa que como ya sabemos, era mentira? Pues sí, lo conseguí. La doctora Marrow decidió que era muy buena idea que trabajara para ella, dado que mis experiencias vividas podrían ayudar a muchas personas con problemas y que me vendría bien ayudar a los demás, desconectar de mis problemas y, en algunas ocasiones, "verás como hay personas que tienen problemas más graves que los tuyos". Pues si ella estaba convencida... ¿Quién era yo para negarme? A sí que, acepté, aunque mi contrato contaba con un requisito que debía ser cumplido: acudir a terapia una vez cada 15 días para vigilar que no me descarrilo. Pero si pensabais que ahí empezaba mi buena suerte... ¡Que equivocados estábamos todos!

Mi primer paciente, y puede que llegue a ser el último, está loco, literalmente. Veréis... Después de terminar la entrevista y hacer una pequeña visita guiada con Lya – la que iba a ser mi secretaria y ayudante y, la que actualmente puedo decir que es mi única amiga en los Hamptons – me metí en mi despacho y tuve mi primer paciente -por cortesía de Marrow- Robby Daport, quien desde aquel momento se ha convertido en mi peor pesadilla y en la razón por la que estoy teniendo pensamientos asesinos. Y no, no exagero. Todo empezó bien, aunque desde el principio supe que Robby necesitaría terapia durante un largo tiempo, dado el pre-diagnóstico que pude deducir. Después, esa noche, salí a tomar algo con Lya, ya que pensé que sería buena idea hacernos buenas amigas dadas las horas que íbamos a estar juntas a partir de ahora y quiso llevarme a uno de los pubs que más de moda estaba en la temporada de verano. Y ahí empezó el círculo vicioso infernal. Os resumiré los acontecimientos que vinieron después:

Conocí a un chico que se mostró bastante interesado e insistente en mí, por lo que al final acabé enrollándome con él – habría que considerar como un factor bastante determinante el grado de alcohol que llevaba encima- aunque para mi sorpresa, al día siguiente durante la terapia con Robby, me confesó que el de anoche era él y que decidió ponerse una peluca, barba, lentillas azules, ropa de marca y unos calcetines dentro de los zapatos para parecer más alto y así poder conquistarme porque estaba totalmente enamorado de mí y sabía que estábamos hechos el uno para el otro. Enserio, no os estoy gastando ninguna broma, ojalá. Todavía no doy crédito de toda aquella conversación absurda en la que yo no pude más que gritarle y decirle de todo aquello de lo que se tenía que morir y en la que él solo hacía que alagarme y profesarme su amor eterno. Una escena patética. Realmente patética. Tras horas metidos en mi despacho y pactar que nadie se podía enterar de aquello, me dijo que para disculpase, fuera a cenar a su casa y yo, aun no se porque, acepté. Y si lo que os acabo de contar ya era surrealista... no os perdáis lo que pasó a continuación... Llegué a su casa y me presentó a sus padres, padres que no dejaron durante toda la noche de decirme lo guapa y lista que era y lo felices que eran al saber que su único hijo, por fin, había encontrado novia. Ah. ¡Y me preguntaron qué cuándo nos íbamos a vivir juntos! No doy crédito. Esta familia está loca. Tras varios intentos por aclarar aquel malentendido, me tocó salir corriendo porque querían que me quedara a dormir.

Durante el resto de la semana solo tuve a 2 pacientes , y dediqué la mayoría de mi tiempo a ponerme al día e investigar en la clínica, además de salir con Lya para conocernos mejor y cotillear un poco sobre la gente de este sitio. Pero para mí desgracia, Robby no había desaparecido del mapa. Cada noche, desde aquel día en el que me tocó salir corriendo de casa de Robby, lleva viniendo a darme las buenas noches hasta mi terraza, con ramos de flores, conejitos, canciones dedicadas, fotos de casas en venta... Vamos, que hoy, domingo, mi día libre, mi día de fiesta y día que podría haber aprovechado satisfactoriamente, lo he pasado en casa, encerrada, porque mi vecino Adam me ha enviado un mensaje diciéndome "El chico ese que viene todas las noches a verte, está sentado enfrente de tu terraza mirando fijamente la puerta de tu casa. Yo de ti no saldría en todo el día. Creo que lleva un anillo de compromiso. ¿Llamo a la policía?" Y ese mensaje me lo envió a las 11:00 de la mañana. En fin, que aquí estoy, replanteándome si le digo a Adam que sí, que llame a la policía porque tengo un puto acosador enfermo persiguiéndome.

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⏰ Última actualización: Nov 23, 2016 ⏰

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