Todo pasó muy rápido, algunos corrimos a auxiliar a Elías que seguía tendido en el piso, y por su expresión, evidentemente estaba muriendo de dolor. Estaba de espaldas al piso con la pierna elevada y agarraba su rodilla.
Era obvio que el choque de antes tuvo algo que ver, pero también el hecho de que sus patines le quedaran grandes, lo que al parecer provocó un mal movimiento al momento de chocar y, por la descripción que él nos brindaba de sus síntomas, se deducía que habría dislocado su rodilla.
Parte de nuestro grupo, se acercó apresuradamente a la administración de la pista de patinaje, para que llamaran a un doctor, ambulancia o alguien que auxiliara a nuestro camarada. Ellos procedieron a llamar a la emergencia médica que en unos momentos estaría en el shopping.
No sabía qué hacer, quería ayudar pero no sabía cómo. Solo pude acercarme a observar al pobre chico sufriendo y sentir su dolor como propio. Quería decir algo, para animar, pero las palabras no salían. Me sentía un robot, y quizá sería una insensible ante los ojos de los demás... y me sentí frustrada.
Entonces fue cuando lo vi, el amigo de Gabriel estaba inclinado al lado de Elías, alentándolo y haciendo bromas respecto a su condición y lo que ocurría. Esta vez no me enfadó su actitud, no lo hizo porque sé que yo hubiera hecho lo mismo . Porque noté en su mirada que estaba preocupado y solo quería distraer a Elías de su situación.
De repente, mis oídos captaron diferentes sonidos y voces. Las bromas de este chico, los lamentos de Elías, oraciones de algunos suplicando se aliviara el dolor de nuestro colega; incluso creí haber escuchado una discusión entre uno de los nuestro y un administrador, quien negaba responsabilidad por el tema de los patines. No sé si mis oídos me engañaban, pero juraría que llegaron a amenazar a los trabajadores de la pista con denunciarlos por negligencia.
Volviendo a nuestro amigo tumbado en el piso...bueno, amigo supongo que lo sería de este joven de cabello pachoncito, que se quedó a su lado haciéndolo reír en un momento de sumo dolor. Noté que repentinamente su rostro se tornó serio al tomar a Elías del brazo.
-Tiene fiebre -dijo preocupado.
Fue ahí cuando encontré una pequeña posibilidad de ayudar.
Como mencioné con anterioridad, soy de las personas que llevan "eso" o "esto" por si acaso; así que que en mi bolso llevaba toallitas húmedas empaquetadas individualmente. Las tengo desde que viaje en avión al casamiento de mi padre y pocas de esas he utilizado.
Le entregué uno de los paquetitos explicándole lo que eran y que servirían para refrescar un poco su rostro. De inmediato lo tomó, prácticamente ignorándome, y se dispuso a limpiar el sudor del rostro de Elías. Me senté a su lado y sonreí al herido para darle apoyo moral en semejante situación.
- Gracias -fue lo que salió en forma de susurro de los labios del auxiliador.
No pude responder nada. En ese preciso momento llegó un alto y fornido guardia de seguridad, de esos que más que personas parecen gorilas. Se acercó a donde estábamos nosotros y nos comunicó que la ambulancia ya había llegado... y que Elías, el lesionado en cuestión, debía bajar al primer piso para ser atendido...
Al principio pensé que había escuchado mal, que era una broma. Pero la seriedad del guardia me dio a entender que no era así.
¿Acaso está mal de la cabeza? ¿Bajar las escaleras dos pisos? ¿El tipo que se dislocó la rodilla? ¿el que no podía ni pararse? ¡Este guardia es un enfermo!
Le diría tanta cosa... sino fuera por que me intimidaba su apariencia de gorila y el pensar que lo que hiciera empeoraría la situación. Además, muchos ya se estaban quejando del trato y hablando de buscar otra forma para que Elías recibiera la atención médica. Pero él no se quedó callado.
Ese chico alto, de barba, que estuvo al lado de Elías desde el momento en que se desplomó en el piso, ahora le hacía frente a ese orangután.
-¡Vos, vas a bajar y decirle a la doctora que suba! -lo miró desafiante y le habló firme, mirándolo a los ojos- ¡¿Ni siquiera se puede parar y querés que baje las escaleras?! ¡Decile a ella que puede caminar que suba!
El silencio se formó, esperando la reacción del guardia...
Ese hombro gigante, manteniendo la postura, se dio media vuelta y se fue sin decir una palabra. Al menos, yo no escuché que la dijera, había quedado completamente perpleja ante el acto de valentía por parte de ese chico.
No le importó nada más que el bienestar de su amigo, y yo fui una cobarde que ni chistó ante tremenda injusticia. Me sentí mal conmigo misma, una idiota por no haber hecho algo más trascendente; y me descubrí admirando la actitud de ese muchacho que taché de inmaduro... genial... ahora me siento pésimo...
Mientras yo me lamentaba de lo idiota y superficial que he sido, llegaba aquel gorila humano junto con la dichosa doctora. Ella se posicionó frente a Elías mientras todos le contaban lo sucedido, examinó el origen del dolor y dijo:
-La rodilla está dislocada, efectivamente. Solo debo hacer una pequeña maniobra para regresarla a su lugar...
Realmente fue una pequeña maniobra. No vi bien qué fue exactamente lo que hizo, solo vi que colocó sus dedos sobre la rodilla de Elías, y en unos segundos él dejo de expresar dolor en su rostro. Incluso, con ayuda de algunos de los chicos, logró ponerse en pie sin ningún tipo de repercusión. La doctora le dio algunas indicaciones para cuidarse, le agradecimos y todos nos fuimos de aquella pista. Pasado el susto, ahora todo eran bromas sobre aquella situación.
Cuando estábamos saliendo del shopping, vi como todos se portaban tan atentos con Elías, pero en mi mente solo estaba ese acto de valor y amistad que había brindado aquel joven que se mantuvo a su lado durante todo su lamento. ¿Serían amigos hace mucho tiempo? Tendrían que serlo para haber actuado así, de esa manera. Fue muy impulsivo y altanero, pero algo que yo hubiera hecho por alguien muy cercano a mi. Quizá, lo que más me impresiona es que en lo más recóndito de mi mente, yo pensé en hacer lo mismo.
- ¿Vamos?
La voz de mi mejor amiga me regresó a la realidad. Vi la hora, ya sería momento de regresar a casa; pero ella insistió tanto en que los acompañara al restaurante de comida rápida que se encontraba en las afueras del shopping, que mi lado rebelde salió a flote y dijo: ¿Porqué no? Total, ya eres mayor de edad y tienes tu propia casa. ¿Qué hay de malo en pasar un poco más de tiempo con tus amigos?
Dándole una respuesta afirmativa, me dispuse a seguirlos al restaurante.
Algo muy adentro me decía, que esto me traería problemas...

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Apariencias
Short StoryEstuve casi todo el día llamando idiota e inmaduro a alguien que, si bien quizá lo sea... terminó siendo mucho más que solo eso. Fue valiente, osado, amable, solidario y considerado... Me dejé influenciar por la portada del libro, que no pude ver m...