Final

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La verdad esa no fue una gran idea... recordé que ese día había almorzado muy poco, y ver a todos comiendo, ya se me antojaba algo....esperen, ¿realmente había almorzado? ¡Ya ni lo recuerdo bien!

Y si, como predije también tuve problemas. Mi padre había llamado para exigirme que volviera a casa que era muy tarde y que no tendría transporte para volver a casa. Tuvimos una breve discusión que debí disimular frente a los demás. Finalmente llegamos al "acuerdo" de que le notificaría cuando esté regresando a casa.

Entre eso, el hambre y que no tengo un centavo, fue suficiente para volver a sentirme decaída.

-¿Qué te pasa? -mi mejor amiga otra vez notando mis malestares.

-Es que no he comido nada.... -tan distraída estaba que más que fingir que todo estaba bien como siempre, terminé por decirle la verdad.

-¡¿Cómo que no comiste nada?!

Querida amiga, entiendo tu preocupación casi maternal por mi salud, pero era realmente necesario dar un semi grito de espanto para que todos los presentes voltearan a vernos.

¡Qué vergüenza! No sabía donde esconderme cuando todos se dieron vuelta a mirarnos. Algunos porque escucharon a mi amiga, que para entonces había notado su tono de voz alto, otros porque no entendían la situación y tenían curiosidad.

Mi mirada se refugió en el piso para disimular lo que en realidad había ocurrido.

- Ten -al levantar la vista me encontré con una porción de papas fritas- Yo no tengo tanta hambre, puedes comerlas.

Otra vez él... se ha encargado de ser el héroe durante toda la noche. Primero con Elías, auxiliándolo, apresurando la atención médica y ayudándolo a bajar por las escaleras junto a otro par de nuestros compañeros. Y ahora con mi estómago.

- Gracias... -salió esa palabra de mis labios casi inaudible, probablemente debido a lo mal que he pensado de este chico a lo largo del día y lo culpable que me siento por ello. Realmente estaba apenada, sentía que no era merecedora de su cortesía,pero tampoco quería despreciarlo. Mi estómago tampoco quería despreciarlo.

Luego de esto, seguimos charlando, riendo, incluso otro de nuestros camarada me dio parte de su helado, aunque no recuerdo exactamente quién fue.

Terminada nuestra velada nos dirigimos a la parada para tomar nuestros respectivos medios de transporte. La mayoría, por no decir todos, seguíamos preocupados por el estado de Elías. Aunque por lo visto podía caminar bien y no parecía adolorido. Eso era un alivio.

Al tomar el autobús junto con mi mejor amiga, hablando e indagando en donde tendría que bajarme para volver a casa, volví a recapitular lo pasado en el día de hoy.

Desde el momento del accidente en la pisa de patinaje he estado aplaudiendo la hazaña de aquel joven...

¿Cuál era su nombre? No lo recuerdo. 

Estuve casi todo el día llamando idiota e inmaduro a alguien que, si bien quizá lo sea o sea su forma de integrarse a un grupo, terminó siendo mucho más que solo eso. Fue valiente, osado,  amable, solidario y considerado; tanto con Elías como conmigo. Y al fina, la idiota e inmadura fui yo, amargada, desconfiada y hundida en mis problemas dejé que eso afectara mi percepción. Me dejé influenciar por la portada del libro, que no pude ver más allá de eso. Al menos hasta ahora.

Me siento tan... mal. Tan estúpidamente superficial y hueca. Quizá lo estaba por mis propias circunstancias, pero no era excusa para ser así con los demás. Fui muy injusta con esta especie de bufón-héroe, y lo que me hacía sentir peor era no poder recordar su nombre.

¡Pero lo averiguaría! ¡Estoy decidida! Si vuelvo a encontrar a este chico, le diré que me pareció genial su actitud, que es digna de admirar; y le pediré perdón por todos esos pensamientos negativos que me provocó la primera impresión.

Espero realmente poder volverlo a ver, y que podamos conocernos mejor. 

Porque un amigo así, vale la pena no perderlo...

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