Eifersucht

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—¡Apúrate, retrasado mental! —le grita una Lynn incómoda a un Luccas indiferente, que nos ha mantenido por más de treinta segundos con las sonrisas congeladas. Los rayos del sol impactan directo sobre mi rostro, me arden las mejillas y lucho contra el pensamiento de que mis pobres pupilas acabarán derretidas.

La paciencia de Lynn llega a su límite, se aparta de mi lado y con la agilidad de un felino a punto de atacar a su presa, da un brinco y le arrebata el Smartphone a Luccas. De inmediato, su rostro enrojece más de lo que estaba.

—¡Te mato, desgraciado!

Le va a dar un paro cardiaco. La veo muy molesta, hasta creo que le sale humo por las orejas. Empieza a maldecir, lanza juramentos de sangre y asesinatos a un Luccas que la mira como si estuviera loca.

—Pero, ¿qué te pasa? —indago, nunca la he visto así de molesta.

Respira varias veces antes de contestarme.

—Este estúpido... —Toma una bocanada de aire—. Mientras dejaba que nos calcináramos en el sol, se estaba tirando selfies.

Lo observo, desconcertada. Me niego a creer que nos haya hecho eso, aunque su sonrisa de payaso me confirma que mi amiga tiene razón. Sé que las personas tienden a poseer una buena dosis de amor propio, mas el caso de Luccas sobrepasa el narcisismo.

Lascia il dramma voi due —nos dice con un ademán de su mano—. Ustedes dos me cansan con su drama, no tiene nada de malo que se oreen un poco, están muy pálidas.

Si no soy lo suficiente rápida para detener a Lynn, estaría ahora mismo estrangulando a Luccas.

—Si no te conociera, Lynn... —Eleva sus cejas varias veces—. Juraría que aparte de arrebatarme mi Smartphone, te estabas enviando una que otra foto mía a tu móvil.

No puedo evitar girar los ojos ante las palabras nada chistosas. A él le encanta estirar de las cuerdas asesinas de Lynn. Tengo que pensar en algo rápido, no creo que pueda retener a mi amiga por más tiempo. Sin embargo, una buena paliza no le caería nada mal.

—Vamos, chicos, ¿pueden dejar para otro día su plan de convertir este lugar en una escena del crimen? —suplico—. No puedo retrasarme más.

Los dos comparten una mirada de acuerdo mutuo, sé que mi amiga no olvidará esto, aunque cuando se trata de ayudarme, estos dos se fusionan en uno solo. Luccas asiente y se dirige hacia su vehículo.

Quedamos que sería él quién me llevaría a ver a Kauffmann. Una brisa fresca mueve algunas hojas que caen de algunos árboles. Miro hacia el cielo azul cubierto con nubes dispersas, que sirve de escenario para el vuelo de algunas aves. En menos de lo que pienso, me veo en la carretera. En mi mente me reprocho mi elección de vestuario, siento que debí de vestirme con alguna armadura medieval. Mis encuentros con el cara de renacuajo, terminan por drenar mis energías y me convierto en un inservible bagazo.

Me sobresalto al sentir la mano de Luccas cubrir las mías, las aprieta de manera sutil, sin apartar su vista de la carretera.

—Eso te pasa por dejar que Lynn te aconseje. —Escuchamos un bufido desde atrás—. Lynn está acostumbrada a vestir travestis, no a linduras como tú.

—Cuando me llamabas para pedirme consejos de cómo utilizar tus pelucas, nunca escuché ninguna queja —gorjea ella.

—Eso quisieras. —Le saca la lengua por el retrovisor—. Te morirías si eso ocurriera.

Aspiro profundo y bajo la ventanilla del auto para permitir que la gélida ventisca alborote mi pelo. Ignoro los gritos de protesta de parte de mi amiga, necesito una distracción que me ayude a olvidar mis preocupaciones. No deseo decirle que, a pesar de que me preocupa volver a ver a Kauffmann, lo que hace doler mi corazón, es que también veré a Wrathly. Desde el pequeño y fatídico incidente en el viejo puente, no lo he vuelto a ver.

Soldat Donde viven las historias. Descúbrelo ahora