Capítulo 14: Soltar.

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David

Estaba muriendo por ir corriendo a su lado, besarla como si no hubiera mañana y decirle que ya no había manera de que pudiera escapar a la verdad: me había enamorado profundamente de ella. Y casi llegando a un estado crítico, entré derrumbándome al departamento, arrugando la camiseta en donde mi mente relacionaba que estaba el corazón, devastándome estos sentimientos que cada vez delataban más intensamente la realidad. Ya no era un simple cariño, estaba claro era algo que iba más allá de quererla. Estaba enamorado. Estaba enamorado de la que ante mis ojos era la chica más hermosa que hubiera podido conocer y lamentaba inmensamente no podía hacer nada al respecto ¡Maldita sea! ¿¡Porque tenía que ser así!? Ya no bastaba con haber pateado la pared en busca de alivio o arrugar tanto mi camiseta, necesitaba volver el tiempo atrás. Necesitaba regresar al día que nos encontramos en la entrada del condominio y cambiar el rumbo de las cosas, convencerla de que su amor por Adam era demasiado frágil, débil, pendiendo de un hilo y que debía dejarlo ir para que formara finalmente parte del pasado. Quería decirle que nuestro encuentro era especial, al menos así lo había creído, como si de cierta forma hubiéramos estado destinados a encontrarnos.

Tomé el skate junto a la puerta y sin pensármelo decidí volver a salir, decidido a despejarme, a borrar todos estos pensamientos que tenía sobre Sara, teniendo que aceptar que no había manera que pudiera corresponder mis sentimientos. Mientras la patineta rodaba sobre el pavimento y me dirigía hacia ningún sitio en particular, pensaba en todo lo sucedido. Recordaba los problemas que había tenido que atravesar para salir con Rebecca y como aparté a Solomon de mi vida para lograrlo, riéndome de mi mismo al percatarme que le había hecho eso al que fue mi mejor amigo, mientras el viento frio me daba en la cara al aumentar la velocidad. El triangulo amoroso había terminado de una manera tan simple, torpe y absurda, llegando a la conclusión que todas las preocupaciones que había tenido fueron insignificantes comparándolas a mi situación actual, donde sentía que iba a la deriva por primera vez. No me gustaba estar en esta posición, atado de manos, incapaz de avanzar en algo mi relación con ella sin temer a cometer un error, de arruinar su noviazgo con Adam, de entrometerme donde no debía. Sólo seguía escapando de la realidad, una y otra vez, intentando ocultar lo evidente, intentando borrar algo que era indiscutiblemente imborrable, pero el tiempo comenzaba a mostrar su rápido transcurso con simplemente ver como Sara comenzaba a mostrar indicios de estar recuperándose, regresando de a poco a la persona que debía ser. Sin embargo, la espera de conocer algo de ese futuro impredecible sobre la evolución de nuestra relación estaba acabando conmigo.

"—Sabes que ella me gusta de verdad."

"—David, puede que no lo entiendas porque siempre estuviste detrás de la misma chica, pero no lo sé... Fanny, ella, es diferente amigo."

La comprensión del antiguo David sobre aquellas palabras ahora me resultaba tan vaga, tan superficial, porque no había entendido lo que realmente buscaba decirme en ese momento, porque recién ahora entendía ese sentimiento de querer ir en serio con una chica, sentir que era tan diferente del resto que ni siquiera había una explicación coherente para ello. Y no importaban las horas que llevara tratando de no pensar en ella, aparecían en mi mente tantas conclusiones erradas del pasado, tantas cosas que creí hacer por amistad y por debajo se ocultaba un sentimiento más profundo, una atracción que estuve negado a ver y ahora que todo era claro, maldecía al inocente y despistado David de ese entonces.

"— ¿Acaso sabes lo difícil que es dejar ir a alguien que amas para que sea feliz?"

Debía darle la razón, era una agonía tan angustiosa, el sufrimiento desgarrador de tener que renunciar a algo que quieres porque ella podía salir lastimada en el proceso era difícil de superar. Adam había ganado la carrera. Pudo reconstruir la relación que tuvieron en el pasado luego de sufrir tanto, y lamentablemente me tocaba a mí estar ahora en esa horrible posición. Vagué por ningún lado bajo la templanza de la noche y cuando finalmente me sentía listo para regresar, el arrebol vespertino comenzaba a asomar sus rayos, pudiendo así disfrutar de las hermosas vistas que creaba a contra luz con la sombra del edificio, creyendo que aquel momento sería eterno. La magia del amanecer, del juego de colores que cubrían el cielo como si fuera un lienzo, me atrapaba en aquel vórtice infinito de sentimientos revoloteando por doquier e internamente luchaba por impedir que la revolución se llevara a cabo, de que me consumiera la intensidad de este sentimiento nuevo, incluso si osaba desafiar hasta la misma lógica. Quizás desde el principio había ido contra la lógica, y aunque quisiera evitarlo a toda costa, hubiera terminado así de una u otra forma.

Solsticio de Invierno( final trilogía Solsticio de Verano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora