Capítulo 12: Libertad

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David

— ¿La quieres, verdad?

Me tomó por sorpresa. Estaba tan concentrado leyendo el mensaje de Sara que apenas estaba prestando atención a la situación.

— ¿A quién?

Devolví la pregunta, sumamente confundido, sin entender a quien se refería.

—A Sara, obvio.

El sólo hecho de escuchar su nombre me estremeció. Sonaba tan bonito y me sumergía en sensaciones revoltosas, inquietas, imposibles de detener y de repente me encontraba pensando en ella. Pensaba en su mirada nerviosa al verme en medio de la noche, en esa despedida que había encendido la mecha, en sus labios pronunciando "buenas noches" de forma tan traviesa, y entonces se me revolvía el estomago, las mariposas volaban frenéticas, el sabor a café se paseaba por mis papilas gustativas y me dejaban la sensación que algo faltaba, que ella me hacía falta. Entonces, me percaté que el corazón estaba palpitando como loco, nervioso de reconocer esa verdad en voz alta.

—Sí, la quiero.

Todavía no estaba preparado para asumirlo. Sentía que era temprano para asumir que quería a otra persona que no fuera Rebecca y a pesar de ello, las palabras salieron por si solas. Aunque tenía miedo por su reacción, obtuve simplemente una mirada de completa aprobación, como si estuviera orgullosa.

—Lo sabía, te ves más feliz con ella —Estuve a punto de contestarle que había sido feliz a su lado pero pidió que guardara silencio — Lo nuestro fue una etapa, no te preocupes por detalles que ya no tienen importancia, lo disfrutamos mientras duró.

Apoyó gentilmente su mano sobre mi hombro, dándome ánimos y luego se acercó al sofá para agarrar su bolso, como si estuviera preparándose para irse.

—Supongo que hasta aquí te puedo ayudar, queda en tus manos decidir que harás para conseguir su amor.

Allí comenzaba mi nueva aventura. Tendría que dar el primer paso y dejarme consumir por estos sentimientos que comenzaban a emerger desde lo más profundo, por los mismos que se mostraban predispuestos a idealizar a Sara, a brindarme alivio en cada oportunidad que la veía, y a la vez estaban convirtiéndome poco a poco en alguien nervioso, ansioso, alguien que pensaba en ella en todo momento, aun en sueños, en los recuerdos de ese milagroso primer encuentro que desencadenó en nuestra situación actual. Sólo había una conclusión... quería tenerla siempre a mi lado.

Para la salida grupal decidimos encontrarnos en el mismo parque de siempre, donde la mayoría de las veces se percibía una extraña energía recorriéndola a través de sus árboles, flores, y conseguía mágicamente atraernos tanto a ella como a mí siempre al mismo sitio. Los pájaros surcaban los cielos, en busca de comida yendo de un árbol para otro, algunos otros llevaban ramitas en sus picos, como si aprovecharan el mediodía para ser productivos. Había llegado un poco más temprano de lo usual, había estado tan ansioso el día anterior que no soporté la espera en casa, y mientras esperaba solo sobre aquella banca, disfrutaba la tranquilidad y el silencio de la naturaleza, observando a las personas pasar corriendo o en bicicleta frente a mí, otras conversando animadamente, escuchando de repente como unos botas chocaban contra el pavimento, acercándose apresuradamente a donde me hallaba. Su cabello volaba ante la velocidad de su corrida, echando hacia atrás su gorro de lana y pegándose a su cuerpo el sweater, dejándome ver su rostro preocupado y desesperado por llegar hasta mí. Se detuvo a unos cuantos pasos de mí, recuperando el aire y reponiéndose, tratando de enfocar sus ojos sobre mí mientras acomodaba el bolso que le colgaba del brazo. Incluso su nariz estaba roja, pero me esforcé por no desfallecer de ternura, contiendo una sonrisa mientras me levantaba del asiento, a punto de preguntarle porque había venido de esa manera tan frenética.

Solsticio de Invierno( final trilogía Solsticio de Verano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora