Capítulo 5: La marea y la brisa.

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Rebecca

El departamento de un chico podía a veces ser realmente desastroso. Había ropa sucia desparramada por el suelo, en la cama, sobre el sofá, colgada en la silla, los platos estaban sin lavar en el fregadero, los muebles cubiertos de polvo y la mesita ratona repleta de una pila de cajas de pizza. ¿Acaso era su madre para estar ayudándolo a limpiar? Este chico era todo un caso y agradecía infinitamente que fuera mi esposo en el futuro porque podría jurar que lo hubiera echado de la casa por mugriento. Apenas entré a su departamento sentí el enorme deber de ayudar a limpiar ese chiquero al vernos después de varios días de nuestra pelea en el vestuario. Se le notaba cansado, sorpresivamente con ojeras que no ayudaban a su aspecto cotidiano, y continuamente se quejaba de fuertes dolores en la zona del cuello y los hombros, aunque todo aquello me resultaba sumamente misterioso ya que su cama era confortable y el entrenamiento que realizaba servía bastante para luchar contra las contracturas. Sin embargo, el muchachito vivía entre la mugre y allí estaba yo, con el cabello recogido y un delantal puesto, ayudándolo a limpiar el suelo con la aspiradora mientras él recogía toda la ropa sucia.

Estaba en su departamento por buenos motivos, haber terminado nuestra relación no significaba que no siguiéramos ese trato de dos personas que se conocían de toda la vida. De hecho, desde pequeños ya conocíamos completamente la vida del otro y era injusto borrar tantos recuerdos bonitos así como así. Además, era importante destacar que el lugar lucía como si no hubiera pasado días en estar allí y me generaba duda e intriga saber los motivos. ¿Podría estar relacionado con su vecina? Al parecer Sara, desde su primer encuentro, había significado un constante terremoto en la vida de David. Ambos se habían distante, como si llevaran una amistad sana y con pocas intenciones de pasar a mayores, pero ahora que él tarareaba una canción con una estúpida sonrisa adornándole la cara, era fácil de suponer que algo había sucedido. Cualquiera podía descifrar que era la actitud de una persona enamorada. David reflejaba inconscientemente cuan enamorado estaba de ella. Automáticamente apagué la aspiradora al llegar a esa conclusión y David volteó a verme, preguntándose porque había hecho eso. Era incapaz de repetir esa conclusión en mi cabeza sin cuestionarme cuando había ocurrido todo. ¿Cuándo había empezado a sentir algo por ella? ¿Estaba enamorado? Quizás eran sospechas tontas, no obstante, los presentimientos de las mujeres no solían fallar y con este en particular, me daba la sensación que mi mera suposición tenía bastante de verdad.

Entonces, entre limpiar esto y aquello, pasé por la habitación de David para darle alguna ayudita con el desastre que tenía allí adentro. Aunque me llevé una pequeña sorpresa, cuando estaba a punto de abrir la puerta lo encontré observando detenidamente algunos conjuntos de ropa sobre la cama, como si los estuviera analizando o algo extraño. Y él no era de pensar dos veces lo que se pondría en el día. Su expresión llena de enigma y atrapado en un problema que aparentaba no encontrarle solución me llevó a intervenir en su dilema existencial. David no podía estar dudando...algo raro le estaba ocurriendo.

—Oye David... ¿Por qué la ropa está sobre la cama?

El pobre se llevó un buen susto, sobresaltándose ante mi voz y abriendo los ojos con espanto. Parecía un niño que lo acababan de encontrar cometiendo una travesura y hasta me causó ternura.

—Estaba ordenándola... solo estaba haciendo eso ¿Por qué? –Era malísimo mintiendo, nunca había sido bueno haciéndolo y se le notaba hasta en el tic nervioso de las piernas que parecían no parar de moverse.

—Como tú digas, piernas locas.

Me echó una mirada súper extrañado, sin entender el comentario sarcástico, mientras por dentro me regocijaba en una mezcla de saber lo evidente y me burlaba en cierta forma que no se percatara de esas cosas. A David siempre le había costado comprender algunas cosas, tampoco lo estaba llamando tonto o retrasado, sólo que su cerebro tenía un límite y al alcanzar ese límite ya comenzaba a cometer fallas, en este caso, el niño no se daba cuenta que sentía algo por Sara, incluso se esforzaba en mentir que no le ocurría nada e inevitablemente con tanto nerviosismo de su parte cualquiera notaba la verdad. ¿Qué haría al respecto? Tal vez como una pareja recién separada no era tan buena idea estar buscando a otra en tan poco tiempo, lo correcto era esperar antes de avanzar, al igual que el acuerdo que habíamos hecho Solomon y yo. Primero, David debía reconocer sus sentimientos y atinarse a la espera que fuera correspondido. Segundo, era importante enfatizar que Sara era un buen partido, era tímida, tierna, paciente, inteligente, mejor candidata no habría jamás. Allí era donde comenzaban los problemas: Él no mostraba iniciativa; Ella parecía no darse cuenta de la evidente atención que le prestaba David; y por último, estaba la tensa situación con el chico de veterinaria. Una vez puesto todo en la mesa, con sólo mirar bastaba para darse cuenta que era una encrucijada bastante complicada de resolver si no se realizaba los movimientos correctos.

Solsticio de Invierno( final trilogía Solsticio de Verano)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora