⇢ 50 ⇢ Narrado

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A veces da miedo abrir los ojos, porque cuando los abres ves todo patas para arriba. Y eso es lo que en verdad da miedo, los cambios. 

Como un niño que juega a las escondidas tapándose los ojos, creyendo que así no lo ven, uno a veces cierra los ojos como si así fueran a desaparecer los problemas.

Uno se hace el perro no que rompió la almohada, como si el dolor que sentimos no existiera. 

Uno detesta y ama a esa persona o a ese espejo que te canta las verdades en cara. 

Uno detesta y ama a quien abre tus ojos.

Abrir los ojos tiene gusto a azúcar con sal: es agridulce. Por un lado, como que se pierde la magia de vivir protegidos por nuestra burbuja, pero por el otro... se sale del engaño. A veces lo que tenemos que ver es tan horrible, que preferimos hacer la vista gorda y cerrar la puerta, y vivir en una cajita de cristal. 

Y otras veces nuestra burbuja se pincha, y no queda otra que abrir los ojos y mirar lo que no queremos ver. El corazón se nos rompe y nos quedamos sin aire, ahogados.

Duele abrir los ojos. 

Es como salir de la oscuridad, que la luz te ciegue. Ojos que no ven, corazón que no siente, dicen. Mejor mirar para otro lado, dicen. Meter la cabeza en la tierra como hace el avestruz. 

Pero para que algo cambie hay que romper la burbuja, hay que salir de la cajita de cristal. Abrir los ojos y animarse a ver, aunque lo que haya para ver nos rompa el corazón.

Revisé la hora en mi celular por tercera vez en la madrugada y efectivamente eran las 3:28 am. Suspiré cansada e aburrida, no tenía una pizca de sueño y la corazonada de que algo estaba por pasar no me abandonaba. Miré fijamente la pared pintada de un color purpura profundo, como si fuese lo más interesante del mundo en aquel entonces. 

Sin pensarlo mucho tiempo me paré de la cama, rápidamente alcancé un chandal color gris claro, y unos pantalones deportivos del mismo color. Me vestí y salí de mi alojamiento, colocándome la capucha una vez afuera a la vez que posaba mis manos en los bolsillos del chandal. Caminé por las calles solitarias, necesitaba un respiro; después de tener a Haru y Ellie toda esta semana conmigo, se sentía raro estar de nuevo en soledad.

Una nube de vaho salía de mi boca a la vez que respiraba, la temperatura estaba más baja de lo normal, y a la vez que me acercaba a la estación de trenes el frío aumentaba

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Una nube de vaho salía de mi boca a la vez que respiraba, la temperatura estaba más baja de lo normal, y a la vez que me acercaba a la estación de trenes el frío aumentaba. No perdí tiempo y debido a mi gran curiosidad me dirigí hacia allá. 

Caminé hacia la estación y al llegar el último tren acababa de partir, dejando la estación en completo silencio y sólo con mi presencia. Decidida a volver a mi alojamiento me giré, y no di siquiera dos pasos cuando sentí una presencia detrás de mí. 

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