Camp Half-Blood

Camp Half-Blood - 1

Era una soleada mañana en el Campamento Mestizo. Los hijos de Démeter se alegrarían, ya estaba llegando la primavera. Pero no serían los únicos.

Travis Stoll despertó, enredado en sus sábanas. Abrió los ojos y se incorporó, sentándose en la cama, todavía no consciente del todo. Miró a su derecha, y ahí estaba su hermano Connor, durmiendo en su cama. Sonrió de lado, era gracioso verlo dormir. Hasta parecía que la típica sonrisa Stoll, marca registrada de picardía, estaba intentando asomar a sus labios. Travis buscó entre las sábanas, extrañado al no verla. Asomó la cara hacia el piso y la vio allí tirada. Recogió a su pequeña Blue con dulzura. Connor tenía abrazado al pequeño Magenta. Sí, la azul era chica, y sí, el rosa era chico. Nadie en su sano juicio querría discutir eso a los Stoll.

La cabaña de Afrodita brillaba de pulcritud. Literalmente, parecía tener un brillo propio. Tal vez era alguna pintura especial. Silena Beauregard abrió los ojos, con una sonrisa como siempre. Hasta recién despierta era bonita, sin una gota de maquillaje. Puso una tranquila canción en el equipo de música para que sus hermanos vayan despertando y se dirigió al baño a asearse y arreglarse.

¿Ronca? ¿Clarisse ronca? Oh, sí, y mucho. Pero nadie la despertó, creo que los atemorizaba un poco que Matamoscas descanse en el respaldo de su cama. Todos estaban ya despiertos, aunque no todos se habían levantado de sus camas, menos ella. Algún valiente se acercó a ella, para despertarla supusieron todos. Pero le arrojó un zapato en la cara y salió corriendo fuera de la cabaña, dejando a sus hermanos con los gruñidos que pronto se transformarían en gritos.

Annabeth se había quedado dormida sobre una montaña de libros, cosa no muy extraña en ella. Alguien había puesto una manta sobre sus hombros por la noche, podría haber sido cualquiera. Todos la querían, aunque algunos estaban un poco celosos de ella. Se despertó con su cuello doliéndole por la mala posición, y Malcom se ofreció a hacerle masajes.

Sí, era un día normal en el Campamento Mestizo. O eso esperaban todos.