Camp Half-Blood - 4

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Mil perdones por tardar tanto en subir esta parte, es que ya empecé con la escuela y no me queda tanto tiempo libre :( Pero prometo subir ahora más seguido los capítulos siguientes <3

Ethan Nakamura estaba frente al lago, arrodillado ante una mujer. Ninguno de los cuatro chicos la reconoció, no era alguien que viviese en el Campamento, ni tampoco les parecía haberla visto en algún libro.

Llevaba un tipo de corona... ¿Y era eso una flor? Iba con un largo vestido blanco, y tenía algo en su espalda que no se distinguía bien desde donde ellos estaban... ¿Una mochila, tal vez?

Los chicos se fueron acercando por el borde del bosque, para ver con más claridad. Llegaron hasta un gran arbusto de fresas, desde donde además podrían acercarse a su compañero rápido, si fuera necesario; y decidieron quedarse ahí detrás.

De repente, la imagen de la mujer titiló. Katie alcanzó a percatarse de lo que ella llevaba en su espalda, no eran otra cosa que alas. Pero justo en ese momento, ella se transformó. Seguía teniendo el cabello largo, y muy oscuro, al igual que sus ojos. Pero ahora  estaba revuelto, y sus ropas se habían cambiado por una chaqueta de cuero, unos jeans  y unas Doc Martens.

Ethan alzó un momento la mirada hasta ella, pero enseguida volvió a bajarla. Parecía algo asustado. Los cuatro chicos, casi como si lo hubieran planeado antes, sacaron las dagas que llevaban siempre en las fundas de sus pantalones; aunque se quedaron en su lugar. No intervendrían a menos que una lucha dé signos de formarse.

El semidiós habló unos minutos más con la diosa. Bueno, si es que eso puede llamarse hablar: él se sometió a asentir a lo que ella decía, y parecía que temblaba un poco. No necesitaba muchas excusas, ella era intimidante. No era sólo su aspecto, algo en ella desprendía un halo de no-te-metas-conmigo-si-no-quieres-problemas.

Luego de varios minutos, que parecieron horas para Ethan, ella se esfumó, y los cuatro chicos salieron de su escondite para encontrarse con una sorprendida mirada en el rostro del mestizo.

-¿Estaban espiándome? – Preguntó incrédulo

-¿Quién era esa mujer? ¿Era una diosa? ¿Qué hacía aquí? ¿Por qué hablaba contigo? – Lo acribillaron a preguntas los hijos de Dionisio

-¡Chicos! Cálmense… Ethan, ¿Te encuentras bien? – Katie se acercó a él, tratando de ver si tenía alguna herida.

Pero la expresión de Ethan había cambiado de sorpresa a enojo. Su pequeño secreto había sido descubierto, y seguro que dentro de nada se sabría el resto.

-Esto no les incumbe. Mejor déjenme en paz, y sigan con sus asuntos – Dijo con voz seca, saliendo de allí para internarse en el bosque, casi dejándolos con la palabra en la boca.

Los cuatro semidioses se miraron por un largo momento, aun confusos por la situación y por lo que debían hacer con la información, hasta que Malcom soltó un “Cretino”, y sin decir más fueron volviendo hacia las cabañas.

 “¿Connor? Huh… Yo me preguntaría si ya sabes con quién irás a ver los fuegos artificiales… Ya sabes, los de la fiesta de San Valentín…” Ugh. Que estúpida. No podía decirle eso. Se trataba de un Stoll, te humillarían a cada oportunidad que tengan, y con esto ella les estaba dando para muchos días de risa a costa suya. Ella levantó la mirada de los campos de fresa al verlos pasar corriendo, seguro que acababan de hacer alguna broma, sus carcajadas y su prisa los delataban. Suspiró, volviendo a bajar la mirada, y siguió trabajando en sus plantas. Un chico como él nunca se fijaría en una aburrida chica como ella.

¿Charles Beckendorf preguntando por un traje? No, no hablo de un traje de trabajar con fuego. Un traje… ¿De gala? ¿A quién buscaba impresionar el hijo de Hefesto? Tendría que hacer varios favores a la cabaña de Afrodita para que le consigan uno a su medida, era uno de los chicos más corpulentos del campamento… Así que sin dudar un momento más, fue a tocar la puerta a la cabaña 10. Oh, oh. Adivinen quién salió a atender la puerta.

 -¡¡¡STOLLS!!! – El grito de Clarisse resonó por toda su cabaña. Era de esperarse, aunque para ese momento los hermanos debían estar ya escondidos por alguna parte. Recortar muchas figuras animadas de moscas, y pegarlas todas en el arma favorita de la hija de Ares no parecía exactamente la mejor forma de ganarse su simpatía. Clarisse miró mal a los compañeros de su cabaña que no podían seguir conteniendo pequeñas risas, y a regañadientes se dirigió a buscar elementos para limpiarla.

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