De besos y colillas.

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Aquí estamos.

Dios, odio estos momentos. 

No sé qué me hace sentir más frio, el viento de Diciembre o este silencio. Te miro mientras clavas los ojos en las hojas caídas, aunque sé que no las estas mirando realmente. Solo piensas en qué decirme. 

El nudo de mi estomago se tensa mientras te pregunto qué supusieron para ti esos besos tontos. Esos besos. Esos que, a las seis de la mañana tras una larga noche, clavaste en mis labios sin darme explicaciones. 

Tú, sin mirarme, me dices justo lo que no quería oir. Hablas de felicidad y de cómo sólo la puedes alcanzar si es conmigo. Y yo, callada, trago saliva para avitar que estas putas lágrimas que se están creando en mis hojos corran por mi mejilla.

Y es que yo no quería nada de esto. Quería reír contigo y quería ser tu apoyo cuando otras chicas te rompan el corazón. A demás, no podía darte todo lo que querías de mi. No podía cuidar a otra persona, si yo misma me tenia descuidada. 

Así que te sigo observando, mientras pegas el último calo al Winston entre tus dedos y tiras la colilla lejos. La miro caer. Me siento justo como esa colilla. Tirada y abandonada después de sentir tus labios, quemándome y consumiendome.

Y es que sé que eres todo lo que siempre he querido. Y eso me asusta. ¿Por qué estamos siempre con gente que no nos merece y cuando alguien sí nos merece, lo apartamos? ¿Es miedo? ¿Miedo a ser felices, miedo a que algo pase y nunca serlo tanto?

Todo lo que Nunca te DijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora