IV

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Mi humor había bajado dos grados más de lo habitual, había sido obligado como un niño a pedir disculpas a alguien que lo que mejor supo hacer fue ofenderme y plantarme delante de todo Londres. Mi propia madre había visto la escena de anoche en el dichoso baile y alego que yo había ofendido a la señorita que salió furiosa de Bedford Hause, a mi eso realmente no me importaba.

En mis planes a corto plazo no estaba casarme, no es que era un fanático de ser un libertino. O que no quisiera dejar un legado, Pero no me sentía listo para estar con una chiquilla que solo anhelaba una buena posición social que no ve más allá de las apariencias, era para mi algo impensable. Papá no había amado a mi madre y como consecuencia yo no podía creer que ese amor entre pareja existiera.

Pero aquí me encontraba en camino a la casa de una jovencita con ínfulas de reina, que se atrevió a insultarme en mi propia cara sin tener algún arrepentimiento aparente. ¿Yo un canalla? Era una tontería; mientras todas las jóvenes en edad casadera lustraban el piso por donde yo pasaba y se arrojaban a mis brazos... esta chiquilla huía de mí y además me llamaba canalla. Solo por haberme expresado en total libertad, yo no había mentido en ningún momento, ¿Por qué se ofendía?

No era que a mi me gustaba la atención que recibía, todo lo contrario, agriaba mi humor, era por eso que no me gustaban los bailes, había aceptado venir por no ofender al duque de Remington fue un gran amigo de mi padre y yo no quería problemas. Me había sorprendido cuando aceptaron mi solicitud para hablar con lady Ainswoth. Había esperado un derroche de insultos y una negativa. Si que había pensado mal.

Un mayordomo con cara de pocos amigos abrió la puerta y me observo con detalle.

-Buen día, vengo a ver la Lady Ainswoth – el mayordomo arrugo mucho su cara como si lo que hubiese dicho era lo mas desagradable. - Soy el duque de Bedford.

- Si, espere un momento excelencia buscare a la señora de la casa – hizo una reverencia pero antes de que pudiese marcharse una voz femenina se escucho a lo alto de la escalera.

-No te molestes Jones, ya estoy aquí – lady Remington bajo con gracia y rapidez los escalones restantes y se situó frente a mi – Buenos días James.

- Buenos días milady, espero que no le parezca apresurada mi visita – porque así como había venido rápido, ansiaba irme también pronto.

-Nada de eso James, sabes que eres bienvenido a mi casa cuando quieras. De niño pasabas más tiempo aquí que en tu casa – ella me observo un poco más antes de señalar un pasillo a su derecha –Sígueme, por favor. Mi sobrina te espera.

Si ella me esperaba o no, fue más que obvio en su cara completamente seria que no le era grata mi visita. Ella no era la misma chica de anoche, ella estaba seria incluso su mal humor lo reflejo su hermoso rostro.

-Savannah linda, mira quién ha llegado – dijo lady Remington con entusiasmo, lady Ainswoth solo arrugo más su entrecejo. – Yo lamento dejarlos pero tengo varios asuntos que atender una doncella los acompañara mandare a traer té y pastas –

- Tía, ¿no te parece eso inapropiado? – ella se puso de pie y dejo el libro que tenía en sus manos en la mesita - ¿Por qué no te quedas?

- Tonterías, James es un caballero y no es inapropiado si tu doncella está presente – la situación era incómoda, lady Savannah puso sus ojos azules en mi y por primera vez en mi vida me sentí cohibido, sus ojos eran tan azules que parecían irreales el vestido amarillo claro que llevaba puesto enmarca su delgado cuerpo a la perfección era una mujer completamente, y eso saltaba a la vista. De pronto abrió mucho los ojos al percatarse de mi escaneo sin reparo y me fulmino con la mirada casi parecía que lanzaba dagas envenenadas hacia mi.

Hermosa Condena (Libro #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora