Capítulo 4: Oscuridad en los recuerdos

47 7 0
                                    

—Por favor respire cuando se le indique y aguante la respiración, puede volver a respirar cuando se le ordene

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Por favor respire cuando se le indique y aguante la respiración, puede volver a respirar cuando se le ordene. Pronto va a dejar de sentir dolor.

Su visión estaba difusa, no podía observar con claridad la situación, lo único que veía era una bata blanca frente de él. Sentía un gran ardor en su abdomen y junto a ese ardor una gran sensación de dolencia. Estaba mareado, sus parpados buscaban la oportunidad para cerrarse completamente y su cabeza daba vueltas.

¿Por qué su estómago dolía con gran intensidad?

No lo recordaba, no sabía cómo había llegado ahí o el qué había hecho.

Sintió una aguja atravesar su muñeca, incluso si aquello hubiese dolido, ahora tenía un dolor aún más grande en el cual concentrarse.

—Por favor respire y aguante la respiración —le indicaron.

A pesar de la poca conciencia que tenía en ese momento, hizo lo que le indicaron y resistió la respiración.

Entonces un líquido surgió de la jeringa. Un líquido bastante espeso para ser una inyección.

Sintió un gran ardor en todo el recorrido que realizó el líquido, como si estuviese quemando cada una de las partes que recorrió.

Abrió los ojos de manera exagerada.

Partió por la muñeca, después por las piernas, por los pies, luego por el abdomen, por el pecho, continuó por su otro brazo, por su mano, por sus dedos, siguió por su cuello y finalmente en su cabeza. Antes que se diera cuenta estaba siendo quemado completamente.

Dolía como un demonio.

Lo único que tenía en mente era dolor.

Quiso gritar desde lo más profundo de su garganta, sin duda alguna aquel ardor superaba al dolor de su abdomen. De todas maneras, no podía gritar, tenía que mantener la respiración, no quería pensar de lo que pasaría si no lo hacía.

—Ahora puede volver a respirar.

Cuando líquido dejó de fluir y se le permitió volver a respirar deseó soltar el grito que su garganta, pero sus parpados y su conciencia no le permitieron continuar despierto.

Cayó inconsciente.

—...según los resultados de la última prueba, yo creo que está listo para seguir con el tratamiento por unas semanas más —decía un hombre con la voz gruesa.

No podía verlos, solo podía escucharlos.

¿Qué había ocurrido?

Se sentía débil, no podía mover ninguna extremidad o alguna parte de su cuerpo.

—Es peligroso, no podemos perder más niños —habló una mujer.

¿Qué decían? No podía escuchar con nitidez las palabras articuladas por estos personajes.

SoledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora