Capítulo 8

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Sofía

Los pasos resonaban por los pasillos vacíos, a la chica de cabello castaño le gustaba usar tacones gruesos, que repercutieran al caminar. Ella era así, avasalladora, el sonido de sus zapatos era únicamente un plus para sí misma. Se vestía como quería que la percibieran; fuerte, decidida, inquebrantable.

¿Hacía donde se dirigían esos estridentes pasos? Una buena pregunta, porque esos zapatos estaban en busca de dos presas, listas para ser despedazadas por filosas garras. Los ojos cafés tenían puesta la vista al frente, tenía un primer objetivo.

Sofía ya sabía lo que había ocurrido hace dos días, no se tuvo que enterar al cien por ciento a través de los rumores. Conocía a ambos involucrados, por lo que se acercó personalmente a ellos a través del chat para saber que había ocurrido. Su mejor amigo fue el primero en decirle todo. Al principio no quiso presionar, los hechos eran muy recientes, pero basto de un "Hola, estás bien?" Para tener toda la versión de lo acontecido del chico rubio.

Era inconcebible, algo simplemente atroz a oídos de Sofía. Pero las medidas ya habían sido tomadas, ¿qué más podría pedir de una institución católica? ¿Qué los echen? Pff, eso jamás sucedería, a menos que maten a alguien.

Sofía rezaba para que eso nunca ocurriera, pero el odio era tan impredecible. Quería creer que Jonathan y Alex estarían bien después de las primeras medidas tomadas.

Pero se equivocó. Nadie sabía la versión de los hechos de Alex, y por lo ocurrido, creía que tampoco haría mucha diferencia.

Alex le había dicho todo, que los vieron caminar muy cerca, que Jonathan se defendió, que él no pudo hacer nada.

Que él y Jonathan solo eran amigos, para que estuviese tranquila.

¿Para que estuviese tranquila?¿Qué importaba eso? Sofía nunca estuvo enamorada o interesada en Jonathan.

Ella tenía otras razones para estar detrás de ese chico.

Subió el último escalón para llegar al segundo piso. Se apresuró a la puerta del primero B, donde sabía que encontraría a su primera presa.

—¡Lucas!

Su grito fue fuerte, se afirmó en la bisagra de la puerta para gritar hacia dentro, alertando a las chicas del lugar, que trabajaban tranquilas pintado árboles. Si alguna había errado el trazo, poco le importaba a Sofía.

El susodicho estaba al fondo del salón, con una caja de jugo en los labios, mientras en sus manos sostenía una brocha y un tarro de pintura.

Lucas se volteó para verle, aburrido, sin inmutarse por el grito de la chica.

Sofía, con pasos largos, llegó hasta donde se encontraba el chico. Este dejó el pincel con el tarro de pintura a un lado, para meterse las manos a los bolsillos y mirarle. Sus ojos azules se veían apagados la mayor parte del tiempo.

—¿Qué? —respondió el chico.

Sofía le tomo del cuello de la camisa y lo comenzó a arrastrar.

—Tu vienes conmigo —sentenció.

Entre miradas atónitas, y un quejido del más alto, se lo llevó de la sala.

Era hora de ir por los verdaderos culpables.

***

—No debías arrastrarme si querías mi ayuda, bastaba con preguntar —la voz de Lucas sonaba aburrida.

Iba unos pasos más atrás que la castaña, que caminaba a rápidamente.

—No necesito tu ayuda. Necesito tu poder sobre esos idiotas que tienes por amigos —le respondió, mirándole de reojo.

Estaban atravesando la cancha de cemento sin techar, que estaba junto a las canchas de tenis. Era un colegio muy grande por dentro, les tomaba sus buenos cinco minutos atravesar la zona más seca del liceo. Pese a que Sofía prefería los climas soleados, el cielo nublado hacía bien para no derretirles en el trayecto.

Se dirigían a las canchas techadas, en una de ellas se encontraban los dos gorilas que habían atacado a Alex.

—Oye, aún no creo que hayan sido ellos. No son tan malas personas como aparentan, tal vez José y Tyrell un poco sí.

—¿Ah sí?¿Crees que te estoy mintiendo? —Se detuvo la castaña, quedando frente al chico más alto, que llevaba las manos en los bolsillos del pantalón.

Este tenía manchas de pintura en el rostro, hizo una mueca al detener su paso para no chocar con la castaña, que tenía en ceño fruncido frente a él.

—No mintiendo, pero creo que deberíamos conversar con ellos antes de hacer suposiciones.

—Lucas, vengo de haber visto a Alex en la enfermería por los golpes —le argumentó Sofía, golpeándole el pecho con un dedo —. Mejor cuestiónate ¿Por qué tu no sabías de esto?

Lucas volvió a hacer una mueca, con los dientes visibles. Miró incómodo hacia otro lado.

—Algo me dices que tú sabes la respuesta.

—Mejor vayamos por el Koke y Nardo.

Lucas lideró el camino.

***

Bernardo fue arrojado por el cuello de su camisa al suelo, por el fuerte brazo de la castaña. Lucas traía de un brazo a Jorge, de forma mucho más pacífica que Sofía.

—¡Señorita Terán! —exclamó el profesor de artes al verle. Se acercó para ayudar a ponerse de pie al chico con pulseras de macramé, que soltó un quejido por el impacto.

—Los traje como pidió.

—¿Señor Lucas?¿Usted también?

—Oh nono, yo la fui a ayudar. No tuve nada que ver en esto, creo que lo mejor será que hable con ellos, le explicaran todo.

El profesor Lagos los miró dudoso, pero no duro mucho, porque la puerta fue abierta. De ella salió un apresurado Alex, que cerró de golpe la oficina del inspector.

—Oh, llegaron.

Sofía le miró expectante, pero el rubio desvió la mirada.

—Bueno —habló nuevamente el profesor —. Pasen de a uno, ¿quién va primero?

No me digasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora