There's a light and a darkened road

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Desperté con las sábanas mojadas. Había llorado y transpirado hasta deshidratarme. Estaba cansada y necesitaba dormir pero tampoco quería volver a tener pesadillas con el recuerdo del ritual. Miré a Kaya quien descansaba plácidamente. Sonreí al sentir que su paz me llegaba con la simple contemplación.

Antes de que volviera a cerrar los ojos, se abrió la puerta con las mujeres que nos cambiarían para la coronación. Esta vez nos dieron dos vestidos que habían pertenecido a nuestra antecesora. Traté de no pensar mucho en ello cuando me lo ponía.

Luego visitamos al monarca por turnos. Primero fue mi hermana menor y, después de un par de horas que se me hicieron eternas, llamaron por mí.

—Tomaré por esposa a Kaya. —dijo apenas ingresé a su sala.

No fui capaz de verlo a los ojos. Me distraje con las cabezas que colgaban en todas las paredes, unos auténticos trofeos de caza y conquista.

—Dicho eso, verás que la leyenda dice: "Una hereda el otro y otra el exilio".

Una parte de mí estaba aliviada por no tener que quedar allí, pero la otra se hallaba desconsolada sin saber cómo cambiar de lugar. Necesitaba salvarla, es lo único que me había propuesto para mi vida.

—Yo quiero reinar.

Lo miré a los ojos y traté de demostrarle que no era una niña asustada, sino alguien capaz de estar a su lado.

Él hizo una media sonrisa y golpeteó la mesa con los dedos.

—Kaya es más joven que tu. Podrá darme más hijos.

—Solo son cuatro años de diferencia. Mi cuerpo es más resistente.

—Su alma es más pura. Sin luz, la oscuridad no puede existir.

—Yo... —Quería decirle que yo también era pura, yo también tenía luz. Cerré la boca, incapaz de afirmarlo.

—Ya está decidido.

Me di vuelta y comencé a bailar. Imité la danza que me había enseñado mi madre, una para convocar el poder de los ancestros. Comencé moviendo los brazos. Desde las yemas de mis dedos, hasta mis hombros, dejé que el movimiento fluyera como las olas de un mar que se agita en la tormenta. Mi cabeza giraba y guiaba a mi cuerpo en numerosas espirales que iban acumulando energía. Recorrí la sala alrededor de él como un planeta orbitando alrededor del sol.

Con mis pies marcaba un ritmo, a veces frenético, a veces sosegado. Mis caderas eran las síncopas de una música invisible que poco a poco fue envolviendo el lugar.

Lo vi pararse y tratar de acercarse a mí. Nos convertimos en dos polos que poco a poco se fueron cargando de magnetismo. Nos atraíamos y repelíamos con la misma potencia.

Por momentos me encontré a mí misma sonriendo. Me transporté al campo donde recolectábamos frutos silvestres. Pude sentir el olor de las flores y de la tierra mojada. Vi a mis amigos danzando conmigo. La fogata en el centro. El crujir de la madera encendida...

Y de repente me quemé. Abrí los ojos y encontré su rostro a pocos centímetros del mío. Sus ojos eran hielo, pero sus manos sujetaban mis muñecas como dos argollas de fuego.

—La futura reina debe descansar.


VarekaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora