Cristiano y Esperanza pasan por el agradable país de Tierra-habitada,
salvan sin daño el río Muerte y son admitidos en la gloriosa Ciudad-de-Dios.
------------------Después de las agradables pláticas que acabo del referir, vi en mi sueño que habían pasado ya los peregrinos la Tierra-Encantada y estaban a la entrada del países del Beulah.
Muy dulce y agradable era el aire de este y como quiera que el camino iba por medio de él, se recrearon allí por algún tiempo. Allí se recreaban agradablemente en oír el canto de los pájaros y la voz dulce de la tórtola y en ver las flores que aparecían en la tierra. En este país brilla de día y de noche el sol, por lo cual está ya fuera enteramente del Valle-de-la-Muerte y también del alcance del gigante Desesperación, y del allí no se veía ni la más mínima parte del Castillo-de-la-Duda; allí, además, estaban a la vista de la ciudad adonde iban, y más de una vez encontraron alguno que otro de sus habitantes. Porque por ese país solían pasearse los Resplandecientes, por lo mismo que estaba casi dentro de los límites del cielo; en ese país también se renovó el pacto entre el Esposo y la Esposa, y como éstos se gozan entran en sí, así se goza con ellos el Dios del ellos; allí no faltaba trigo ni vino, porque había abundancia de lo que había buscado en toda su peregrinación. Allí también oían voces fuertes que salían de la ciudad y decían, "Decid a las hijas de Sión, he aquí viene tu Salvador, he aquí su recompensa con El."
Allí por último, los habitantes del país los llamaron "Pueblo santo, redimidos de Jehová ciudad buscada..."
¡Dichosos ellos! Según iban caminando por ese país, tenían mucho más regocijo que en las partes más remotas del reino a que se dirigían, y cuanto más se acercaban a la ciudad, tanto más magnífica y perfecta era la vista que se les presentaba. Estaba edificada de perlas y piedras preciosas; sus calles estaban empedradas de oro; así que, a causa del brillo natural de la ciudad y del reflejo de los rayos del sol, se puso enfermo de deseos Cristiano. Esperanza sintió también uno o dos ataques de la misma en enfermedad, por lo cual tuvieron que reclinarse allí un poco, exclamando en medio de su ansiedad: "Si hallareis a mi amado, hacedle saber cómo de amor estoy enfermo." Más, fortalecidos un poco y hechos capaces de sobrellevar su enfermedad, prosiguieron su camino, acercándose cada vez más y más hacia donde había viñedos frondosos y deliciosísimos jardines, cuyas puertas daban sobre el camino. Encontraron al jardinero, y dirigiéndose a él, preguntaron ¿De quién son estos viñedos y jardines tan hermosos? Contestóles: -Son del Rey, y se han plantado para su deleite y para solaz de los peregrinos-. Y les hizo entrar en los viñedos; les mandó refrescarse con lo más regalado de sus frutos; les mostró también los paseos y cenadores donde el Rey se deleitaba, y, por último, los invitó a detenerse y a dormir allí, vi que mientras dormían hablaban más que en todo su viaje; y recapacitando yo sobre ello, me dijo el jardinero ¿Por qué recapacitas sobre esto? Es sobre la naturaleza del fruto de estas viñas entrar suavemente y hacer hablar los labios de los que duermen.
Cuando se despertaron se preparaban a acercarse a la ciudad; pero como he dicho, siendo ésta de oro fino, era tal el reflejo del sol sobre ella y tan sumamente glorioso, que no pudieron contemplarla con la faz descubierta sino por medio de su instrumento hecho para ello. Y vi que, según iban andando, les encontraron dos hombres con vestiduras relucientes como el oro, y sus rostros brillaban como la luz, quienes les preguntaron de dónde venían, en dónde se habían hospedado, qué dificultades y peligros, y qué consuelos y placeres habían encontrado en el camino. Y satisfechas estas preguntas, les dijeron: sólo dos dificultades os restan, e inmediatamente entraréis en la ciudad.
Cristiano y su compañero pidieron luego a los hombres que les acompañasen. Estos contestaron que lo harían con gusto; pero que tenían ellos que alcanzarlo con su propia fe; y marcharon juntos hasta llegar a la vista de la puerta.
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El Progreso del Peregrino
Spiritual"El progreso del peregrino" es un libro escrito por John Bunyan. Relata la historia de un hombre llamado Cristiano que vive en un lugar llamado "la Ciudad de la Destrucción" donde encuentra un "Libro" que le muestra que si no encuentra la "Ciudad...