Entra Cristiano en el valle de Humillación, en donde es asaltado con fiereza por Apollyón; mas le vence con la espada del espíritu y la fe en la Palabra de Dios.
——————————————————Entonces se decidió ya la marcha, y consintieron en ello los habitantes del Palacio; pero antes lo llevaron otra vez a la Armería, y allí le armaron de pies a cabeza con armas a toda prueba para defenderse en el camino, caso de ser asaltado. Después le acompañaron hasta la puerta, en donde preguntó al Portero si, durante su estancia en el palacio, había pasado algún peregrino, a lo cual le respondió afirmativamente.
CRIST. — ¿Le conocéis, por ventura?
PORTERO. — No; más pregunté su nombre y me dijo que se llamaba Fiel.
CRIST. — ¡Oh! Yo sí le conozco; es paisano y vecino mío; viene del lugar donde yo nací; ¿cuánto te parece que se habrá adelantado?
PORT. — Pues ya habrá bajado todo el collado.
CRIST. — Bien, buen Portero; el Señor sea contigo, y te aumente sus bendiciones por la bondad que has mostrado conmigo.
Y emprendió su marcha; pero quisieron acompañarlo hasta el pie del collado Discreción, Piedad, Caridad y Prudencia, con quienes continuó por el camino los discursos que antes habían tenido.
Llegados a la cuesta, dijo:
CRIST. — Difícil me pareció la subida; pero no debe ser menos peligrosa la bajada.
PRUD. — Así es; peligroso es, sin duda, para un hombre ascender al valle de Humillación, que es adonde vas ahora, y no tener algún tropiezo; por eso hemos salido para acompañarte.
Luego comenzó a descender Cristiano con mucho cuidado, pero no sin tropezar más de una vez. Cuando hubieron llegado al fin de la cuesta, los amigos se despidieron de él, y le dieron una hogaza de pan, una botella de vino y un racimo de pasas.
Ya en el valle, empezó muy pronto Cristiano a sentir apuros; pocos pasos había dado, cuando vio venir hacia sí un demonio abominable, cuyo nombre era Apollyón. Empezó, pues, Cristiano a tener miedo y a pensar si sería mejor volver o mantenerse firme en su puesto. Mas se acordó que no tenía ninguna armadura en sus espaldas, y, por tanto, volverlas al enemigo sería darle grande ventaja, pues con facilidad le podría herir con sus saetas. Por esto se decidió a tener valor y mantenerse firme, porque éste, sin duda, era el único recurso que le quedaba para salvar su vida.
Prosiguiendo, pues, su marcha, se encontró muy pronto con el enemigo. El aspecto de este monstruo era horrible: estaba vestido de escamas como de pez, de lo cual se gloriaba; tenía alas como de dragón y pies como de oso; de su vientre salía fuego y humo, y su boca era como la boca del león. Cuando llegó a Cristiano lanzó sobre él una mirada de desdén, y le interpeló de esta manera:
APOLLYÓN. — ¿De dónde vienes y adonde vas?
CRIST. — Vengo de la ciudad de Destrucción, que es el albergue de todo mal, y me voy a la ciudad de Sión.
APOLL. — Lo cual quiere decir que eres uno de mis súbditos, porque todo aquel país me pertenece y soy el príncipe y el dios de él; ¿cómo así te has sustraído del dominio de tu rey? Si no confiara en que me has de servir todavía mucho, de un golpe te aplastaría hasta el polvo.
CRIST. — Es verdad que nací dentro de tus dominios; pero tu servicio era tan pesado y tu paga tan miserable, que no me bastaba para vivir, porque la paga del pecado es la muerte. Así es que, cuando llegué al uso de la razón, actué como las personas de juicio: pensé en mejorar de suerte.
APOLL. — No hay príncipe alguno que así tan ligeramente quiera perder súbditos; yo, por mi parte, no quiero perderte a ti; mas puesto que te quejas del servicio y de la paga, vuélvete de buena voluntad, pues te prometo darte lo que nuestro país puede dar de sí.
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El Progreso del Peregrino
Espiritual"El progreso del peregrino" es un libro escrito por John Bunyan. Relata la historia de un hombre llamado Cristiano que vive en un lugar llamado "la Ciudad de la Destrucción" donde encuentra un "Libro" que le muestra que si no encuentra la "Ciudad...