Capítulo 18

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Los peregrinos se encuentran con Ateo, a quien resisten con las enseñanzas de la Biblia. Pasan por Tierra-encantada, figura de la corrupción de este mundo en tiempos de sosiego y prosperidad. Medios con que se libraron de ella: vigilancia, meditación y oración.
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Poco trecho habían andado en su camino, cuando percibieron a uno que avanzaba solo, con paso suave y al encuentro de ellos. Dijo entonces:

CRIST. - Ahí veo uno que viene a encontrarnos con sus espaldas vueltas a la ciudad de Sión.

ESPER. - Sí, le veo. Estemos apercibidos por si es otro adulador.

Habiendo llegado ya a ellos Ateo (tal era su nombre), preguntó adonde se dirigían.

CRIST. - Al monte Sión.

Entonces Ateo soltó una carcajada estrepitosa.

CRIST. - ¿Por qué se ríe usted?

ATEO. - Me río al ver lo ignorantes que sois en emprender un viaje tan molesto, cuando la única recompensa segura con que podéis contar es vuestro trabajo y molestia en el viaje.

CRIST. - Pero, ¿le parece a usted que no nos recibirán allí?

ATEO. - ¿Recibir...? ¿Dónde? ¿Hay en este mundo; lugar que soñáis?

CRIST. - Pero lo hay en el mundo venidero.

ATEO. - Cuando yo estaba en casa, en mi propio país, oí algo de eso que decís, y salí en su busca, y hace veinte años que lo vengo buscando, sin haberlo encontrado jamás.

CRIST. - Nosotros hemos oído y creemos que lo hay y se puede hallar.

ATEO. - Si yo no lo hubiese creído cuando estaba en casa, no hubiera ido tan lejos a buscarlo; pero no hallándolo (y a existir tal lugar, seguramente lo hubiera encontrado, porque lo he buscado más que vosotros), me vuelvo a mi casa, y trataré de consolarme con las cosas que en aquel entonces rechacé por la esperanza de lo que ahora creo que no existe.

CRIST. - (Dirigiéndose a Esperanza.)- ¿Será verdad lo que este hombre dice?

ESPER. - Mucho cuidado; este es otro adulador; acuérdate de lo que ya una vez nos ha costado el prestar oído a tal clase de hombres. Pues que, ¿no hay ningún monte Sión? ¿No hemos visto desde las montañas de Delicias la puerta de la ciudad? Además, ¿no hemos de andar por la fe?. Vamos, vamos, no sea que nos venga otra vez el del látigo. No olvidemos aquella importante lección, que tú debieras recordar: "Cesa, hijo mío, de oír la enseñanza que induce a divagar de las razones de sabiduría". Deja de escucharla, y creamos para la salvación de nuestras almas.

CRIST. - Hermano mío, no te propuse la cuestión porque dudara de la verdad de nuestra creencia, sino para probarte y sacar de ti una prenda de la sinceridad de tu corazón. En cuanto a este hombre, bien sé yo que está cegado por el dios de este siglo. Sigamos tú y yo, sabiendo que tenemos la creencia de la verdad, en la cual ninguna mentira tiene parte.

ESPER. - Ahora me regocijo en la esperanza de la gloria de Dios.

Y se retiraron de aquel hombre, y él, riéndose de ellos, prosiguió su camino.

Entonces vi en mi sueño que siguieron hasta llegar a cierto país, cuyo ambiente naturalmente hace soñolientos a los extranjeros. Esperanza empezó, en efecto, a ponerse muy pesado y con mucho sueño, por lo cual dijo:

ESPER. - Voy teniendo tanto sueño que apenas puedo tener abiertos más los ojos; echémonos aquí un poco, y durmamos.

CRIST. - De ninguna manera; no sea que si nos dormimos no volvamos a despertar.

El Progreso del PeregrinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora