Capítulo Dos

16 0 0
                                    

El miedo recorría todo el cuerpo de Amanda mientras se dirigía hacia su habitación. Cada paso la acercaba a lo que ella sabía sería un cruel castigo, como siempre lo era desde hacía varios meses atrás.

La enfermera que la escoltaba se encontraba con un rostro inexpresivo y con la mirada fija en el impecable piso blanco de la clínica, que cuando la luna se hacía presente tomaba un aspecto aterrador.

La empujó hacia su cama y cerró la puerta. Se podía oír cómo la enfermera se alejaba por el sonido de las llaves que siempre hacía bailar en sus manos, Amanda se sentía aliviada de alguna forma al saber que estaba lejos de ella, que por un rato ya no la vería; al menos hasta que cayera la noche en todo su esplendor.

Y así fue exactamente, Amanda casi no dormía por el temor que sentía al estar en manos de Nadia, se quedaba horas y horas observando el techo, hacia el vacío hasta que escuchase las llaves bailar nuevamente, señal de que su torturadora estaba cerca.
Su respiración se aceleró, le sudaban las manos y esperaba impaciente porque esa puerta se abriese, si iba a pasar era mejor que fuese de una vez por todas. Pero por exactamente noventaiseis segundos nada pasó, estaba contando cada segundo y no sabía si lo hacía para relajarse o para aumentar su ansiedad; lo cierto es que el silencio la ponía aún peor, ya saben lo que dicen de la calma antes de la tormenta... Esperó paciente hasta que de un solo golpe la puerta se abrió y deslumbró las figuras de Nadia y Cristal, la segunda cerró la puerta casi al instante mientras Nadia se tomaba el tiempo de observarla, deleitándose por el pánico que veía en los ojos de Amanda aunque ella no quisiese que se notara lo muy asustada que estaba.

-tened piedad de mí, por favor, al menos por esta ocasión tened piedad de mí -pronunció terminando el silencio- se los suplico

-tenemos de regreso a la inocente Amanda, niña, eres tan bipolar -pronunció la enfermera que la había golpeado en el jardín horas atrás- ¿no harás un berrinche para que no te golpee?

-no sirve de nada, de todas formas lo haces

-¿y sabes por qué lo hago? Porque eres una mierda, eres la basura de la sociedad

-no es cierto -pronunció cortándosele la voz al recordar que tiempo atrás su padre le había dicho casi lo mismo-

-claro que lo es, por eso estás sola, no tienes a nadie y no lo tendrás porque eres una escoria, una listilla que ha perdido la cabeza y que ahora es inútil para todos

Amanda prefirió el silencio, cada cosa que decía provocaba una respuesta aún más agresiva por parte de esa mujer.

-empecemos

Con total malicia aquella bruja tomó a Amanda de los brazos y la lanzó contra la pared, haciéndola dar un pequeño gemido de dolor, su espalda estaba totalmente herida por las golpizas de días anteriores. Ya adolorida e indefensa aquella mujer se aprovechó y le ató las manos para que no pudiese defenderse, pero cuando iba a por sus piernas, Amanda, reaccionó pronto y le pateó con fuerza el estómago.

-maldita zorra -profirió molesta la enfermera para que luego una sonrisa maligna se formara en su rostro- pero esto va a costarte

La jaló del peló hasta el pequeño baño que había en la habitación y la metió en la ducha de un solo empujón, abrió la ducha de agua helada y empezó a reír mientras veía como Amanda se retorcía por el frío, intentó salir ya que su ropa se estaba pegando a sus heridas y le dolía, sin embargo la jodida enfermera cerró la puerta con seguro y sacó una pequeña navaja de su bata. No en vano la llamaban "La Sanguinaria".

Cerró el grifo y la tomó del brazo de forma torpe, lastimándola como era costumbre.

-por favor, no lo hagas, por favor

Empezaba a desesperarse, no le dolía tanto el corte que sabía le iba a hacer, lo que más le dolía era que después de cortarla le echaba un poco de sal y alcohol en la herida, haciéndola gritar, lo disfrutaba, y no paraba hasta que la veía llorar.
Era una mujer con la mente retorcida, era casi increíble que alguien como ella estuviese cuidando de personas inestables que estaban igual o peor que ella, sin embargo así era, el mundo siempre está de cabeza y pone en lo alto a quién no debe... Full shit, honey.
___________________________________

-¡soltadme, perras!

Los gritos desgarradores de Amanda se escuchaban en toda la habitación, y en parte del pasillo, algunos de los pacientes también gritaban porque la hicieran callar, otros porque la dejaran en paz, y otros simplemente por sus pesadillas o transtornos. Todo era demasiado tormentoso, estar en ese lugar era como darle un vistazo al purgatorio, no era de extrañar que de diez pacientes que ingresaban a la clínica solo dos salieran "mejorados". Y es que cuando alguien entraba ahí era para morir solo, nadie iba a visitarlos puesto que su mente y su esencia habían prácticamente desaparecido de la sociedad, sólo quedaban recuerdos.

Eran muertos en vida.

-matadme, no más, matadme

Exclamó con la poca fuerza que le quedaba, estaba sudando frío lo que incentivó aun más a ambas mujeres que tomaron una correa y se la ataron al cuello para ahogarla, pero claro, no iban a matarla, sólo iban a llevarla al borde del abismo, querían ver cuánto soportaba. Cristal sacó un escalpelo de su bata y cerca a las costillas le hizo una herida profunda que provocó que Amanda se arqueara por el dolor y pusiera los ojos en blanco, ya empezaba a perder la noción, estaba por desmallarse después de tanto dolor.

Ambas mujeres se miraron satisfechas por lo que habían logrado, la liberaron, vendaron y vertieron alcohol sobre las vendas para que ardiese y cicatrizara pronto, para que nadie se diese cuenta de lo que había pasado aquella noche.
La dejaron sobre la cama con una mirada de asco y se marcharon con aires de superioridad.

——————————————————

Amanda despertó dolorida, cada movimiento que daba le dolía, sentía su piel como a su enemiga, se sentía asqueada de todo eso, cerró los ojos despacio y empezó a llorar mientras se mordía el labio fuertemente hasta hacérselo sangrar, se puso de pie y metió la mano bajo la pequeña mesita de noche que tenía al lado de su cama; sacó una pequeña bolsa transparente con analgésicos, se la había dado uno de sus compañeros a cambio de que ella le diese a probar un poco de su sangre. Tenía aún seis pastillas y con todo el dolor que tenía por los cortes sumado a la tremenda golpiza que había recibido dos días atrás realmente necesitaba esas jodidas pastillas, se tomó las seis, tres primero y tres después en menos de quince segundos. Cuando entraban en acción olvidaba que era humana, no sentía nada, sólo era ella y su mente, le adormecía todo el cuerpo y la dejaba medio muerta por al menos unas horas, nunca había tomado más de dos porque quién se las dio dijo que eran tremendamente fuertes y que sólo debía tomar dos si el dolor era demasiado. Así que como era de suponerse se intoxicó y cayó desmayada, no se percató en qué momento había cerrado los ojos, sólo sabía que el dolor físico se había ido por completo. Estaba liberada.






Segundo capítulo 😱

Estás tan loca, cariño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora