[Rosalya]
Veintisiete almas y una telaraña de diagramas, el mundo aprende mientras los recuerdos bailan en mis entrañas, matemáticas para el resto y humedades para incomodarme el alma. El viento son tus manos, cargadas de suspiros y promesas, mientras se abren paso por todas esas dudas que me empeño en intentar fingir. El viento son tus besos, repletos de mapas que dibujar por el agua de mi cuerpo mientras en mi se queman las ganas de beber otras siluetas. Suspirar es recordarte, tu aliento sobre mi cuello, palpitante de deseo y anticipación, sobre mis párpados, sobre mi propio aire. Aire que se desvanece al contacto con tu propia ansia y se mezcla con mis ganas de espirales de fuego y polvo y sangre.
La campana anuncia otra de esas pausas que rigen la realidad y yo finjo que no me diluyo entre los dedos de esta parte de mí que necesitar morder el mundo de otra alma. A veces tiemblo, con la idea de que no siempre serás suficiente posada sobre mis labios. A veces tu ojos brillan un poco menos, como si no los hubieran limpiado en el ultimo mes, y cualquiera puede ver que en ellos riela el hecho de que tú también lo sabes. Que no eres sino el primero de mis pasos en esta senda de roces y suspiros que me atrapa y me reclama a cada encuentro un poco más. El romanticismo no compensa la necesidad de ir más allá del primer plato y tu boca empieza a ser cenizas cuando miro como brillan otras lenguas. Decir adiós será fácil, sin sombras en las palabras ni erizos en la garganta, porque tu alma y la mía se reflejan frente a frente y entre monstruos la única salida es aceptarse.
Un destello dorado se filtra por mis pupilas: Nathaniel inclina cuello y voluntad y yo sonrío, leyéndole como a una piedra brillando al fondo de un estanque. Saludar no es más que otra forma de abrir la puerta y en mi mente su calma estalla como una tormenta de verano, furioso contra mis labios, cuerpo a cuerpo sobre la pared, sin aire ni luz entre nuestra piel. Llenos del hambre que guía nuestras lenguas sobre la realidad del otro, prendas arrugándose sobre el suelo mientras en nosotros crecen las marcas de arañazos y mordiscos y a cada beso es más difícil pausar la forma en que nos quemamos. Perdernos en ráfagas de boqueos y suspiros, romper el molde mientras subimos. Cada vez más rápido, cada vez más fuerte, rasgarnos y pegarnos los pedazos, hacernos agua, derramarnos el uno por el otro y sentir que nos estallan las espinas. Nadie escala si el premio es menos que el mundo. Parpadeo y el azul de lo real me golpea, en mi estómago no hay mariposas sino dientes, ceños fruncidos y hambre de susurros sobre mi pelo, Nathaniel ya no existe más allá de los arañazos que me juro deberle.
Acelero mis pasos, necesito salir, volar de otra forma, aprender la manera de que en mi gobierne el frio...No, no más de eso. No más rencores ni dudas ni pestañas fruncidas cuando mi vientre hierve con los besos que no he dado. No escapar, sino aprender la manera de abrazarme, de sentir mis manos sobre ideas y recuerdos y aceptar que gemir siempre debió de ser premio y no pecado. Que la forma en que el mundo se mueve tiene más de seda calentada al sol y néctar rebosante que de suspiros muriendo bajo el tedio, ningún grillete llevó a ninguna parte y las únicas guerras que merecen la pena son aquellas que reinventan el mapa. Mis labios se desperezan en una sonrisa mientras descubro la verdad que basta a mi interior, baila en mi pecho prendida como el fuego de un sacrificio, intensa, orgullosa y desafiante y me asalta la certeza de que ya no soy yo sino ella. Lujuria, tan exquisita que no me importa arder en su nombre. Algo en mi se mata, algo en mi se muere. La única diferencia es la forma en que la luz se habitúa y sin embargo ya no hay tinta sino sangre, no más haces de luz y polvo sin sentido sino marcas de fortalezas rotas y oportunidades tomadas, no más preguntas sino historias con finales a medio crear. Ya no hay nada que me impida vivir al ritmo en que arden mis ciudades.
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Seven Sins [CDM 7Shot]
FanfictionRecopilación de siete one-shots en los que exploro como distintos personajes de Amour Sucré conviven con el pecado capital que les identifica. Sobre mi monstruo. Sobre la ponzoña que me cubre y me corroe, devorando mi alma, mis fuerzas y mi autoesti...